Mi Carrito

Otra escuela de periodismo es posible

Compartí esta nota en redes

“Bajen la persiana de las escuelas de periodismo y en la puerta peguen esta nota de la colega Leticia Martin. Perfil le paga 50 mil pesos por mes. Pero en realidad hace seis meses que no le paga”, publica el periodista Fero Soriano y me interpela sinceramente.

Si mi memoria no falla, tal vez ésta sea la primera vez que me enuncio desde la individualidad, en un espacio donde siempre prima lo colectivo sobre el nombre propio. Además de ser una de las editoras de Feminacida, soy profe de Comunicación en escuelas públicas del municipio de La Matanza. Pero también hace dos años que enseño en un terciario de carreras afines al vasto universo de la Comunicación.

Para la mayoría de mis estudiantes, ver su firma en un medio “conocido” es, quizás, la motivación más grande para sostener la cursada. Una ilusión, una meta, un sueño. Es mostrarle a su familia que el diario que compraban en su casa cuando eran chiquitos publicó una nota con su nombre. “Mamá, abuela, ¡mirá!” Y si esa publicación sale en papel, hay una rutina que es cantada: puedo imaginar a ese papá yendo al kiosco de diarios a comprar un ejemplar para recortar el texto y guardarlo como un tesoro (y al más atrevido hacerle un cuadrito).

Sin embargo, dada la denuncia de la comunicadora Leticia Martin, todavía podemos torcer ese destino que parece infranqueable, esa “ley” que dice que hay que empezar desde abajo, trabajar años ad-honorem y bancar el destrato con tal de “llegar”. Un contexto que nos obliga a revisar el sentido que los periodistas le damos al prestigio y la oportunidad de incentivar a los estudiantes de este oficio a colaborar en medios cuyas dinámicas rompen con la verticalidad, el abuso de poder y la precarización laboral (que los empresarios agradezcan que no existe en el diccionario palabra peor).



¿Llegar a dónde?, pienso. ¿A medios de alcance nacional -la mayoría en manos del mismo tipo- cuyos balances contables en su puta vida van a dar con déficit y que pagan migas con meses de retraso? ¿Qué valores les estamos inculcando a nuestros estudiantes? ¿Cómo los miramos o qué les decimos cuando ellos mismos nos advierten que llegan dos o tres sobre una comisión de 20? ¿Y si en parte somos un poco funcionales a esa lógica?

Puede resultar incómodo, pero si es así, quedan dos opciones: o resignarse o insistirle a los pibes y las pibas que recién empiezan a estudiar que es posible empezar a trabajar sin que sus condiciones laborales -y materiales- sean vulneradas. Que existen medios de comunicación cooperativos y autogestivos que alojan a diversas subjetividades; que si ese sumario es rebotado en un espacio, que insista en otro; que en este universo -que tiene otro lente para concebir a la profesión- entran un montón (y encima pagan mejor y a término). Y que si tienen la oportunidad de entrar a un medio “célebre e instituido”, organizarse bajo el abrigo de los sindicatos de prensa siempre va ser mejor que reclamar por un derecho en soledad.



Hacer crecer las matrículas de la carrera de periodismo solo será posible si empezamos a considerar seriamente -y no como una especie de premio consuelo- la posibilidad de colaborar en medios que no son pantalla de otros negocios, sino que son un vehículo concreto de la garantía del derecho a la información.

Si la opción es cerrar la persiana de las escuelas de periodismo porque la única forma de trabajar es la que expone valientemente una periodista, me niego. Estamos a tiempo: todavía hay sueños para todos.



Compartí esta nota en redes

1 Comments

  1. Héctor

    Valiosa reflexión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *