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"Ni una más" y la violencia de género en la escuela

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Hace pocas semanas se estrenó Ni una más, una nueva serie que rompe el ranking de visualizaciones de Netflix. Está dirigida por Eduard Cortés y Marta Font y basada en la novela del escritor español Miguel Saez Carral. 

Luego de una primera escena sumamente contundente, donde una adolescente cuelga una bandera con la consigna “Cuidado, ahí dentro se esconde un violador”, en la puerta de su escuela, acompañamos a Alma por ocho episodios donde la amistad, los vínculos familiares y las tramas de abuso en la adolescencia son conductores de esta historia.



Una historia que no tiene desperdicio. La narración de Ni una más tiene idas y vueltas en distintos momentos, incluso yendo a hechos sucedidos tres o cuatro años atrás. Sin embargo estos pasajes son sumamente orgánicos, nunca se perderá el hilo conductor. Además, por tratar una problemática tan compleja como el abuso sexual, donde la tensión de las y los espectadores llega al máximo, cada episodio es sumamente cuidado y respetuoso. No vemos a la narrativa caer en lugares comunes, no hay golpes bajos y cada imagen tiene la precaución de no llevar nada al plano de la morbosidad.   

Desde que vemos a Alma en el enrejado de su escuela comenzamos a transitar sus últimos meses, una odisea de situaciones que la lleva a esa escena inicial. En ese camino se  desanda su vínculo de amistad más íntimo y verdadero. Dentro de la trama vincular cotidiana de amistad, con risas, fiestas, noviazgos cuestionados, descubrimientos sexuales, encontramos a una de ellas con la pregunta: ¿cómo acompañar a alguien que querés mucho y crees victima de violencia sexual?


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Escuchar, dar tiempo, contener y no apurar las palabras son algunas de las estrategias que usa Greta, afianzando sus lazos. Nunca pierde de vista que también es una adolescente y caminan juntas hacia la desnaturalización de muchas situaciones de violencia sexual que atraviesan a diario. Allí subyace la violencia digital, con el envío de fotos íntimas sin consentimiento. Por otro lado, un "consentimiento" difuso y nada claro para mantener una relación sexual entre una amiga sumida en una gran borrachera y un varón lúcido. 

Si algo caracteriza esta etapa de la vida son las crisis y las dificultades, muchas veces, de mantener un vínculo de armonía con la familia. Un detonante, un escape nocturno, horas sin atender el teléfono y un posterior castigo clásico pueden ser el puntapié para reconstruir un vínculo de confianza y escucha activa. En Ni una más, una madre con una sana complicidad que busca que su hija confíe y un padre que en el correr de los episodios deja de lado su rol autoritario autoimpuesto para abrazar, acompañar y pedir necesarias disculpas.    


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Desde ya que el pacto de caballeros no está afuera, con varones que no cuestionan sus privilegios heterocis, otorgados por el sistema patriarcal. Un ejemplo de esto, sin spoilers, es la impunidad de violentar a la mejor amiga de su propia pareja, al límite de un acto de violación mùltiple. Sin embargo, y aquí lo interesante y el cambio de paradigma, también vemos varones que reciben la crítica sobre su comportamiento de privilegio, se les mueve la estantería y recogen el guante para reinventarse. Además, en este caso, son los primeros en estar del lado correcto de la vereda cuando todo se complica. 

Ni una más propone un uso reparador de las redes. Un perfil anónimo, posteos crudos y contundentes y un objetivo logrado: concientizar sobre la violencia sexual, dar a conocer una situación y ser red, sostén para otras en la misma situación. Superar la modalidad del escrache y trascender positivamente.


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