Viajar en este mundo hetero y moderno siendo mujer tiene sus complejidades y desafíos. Las situaciones de abuso y acoso que se pueden vivir en los viajes, así como otras situaciones de violencia, accidentes o catástrofes dejan consecuencias en nuestra mente y en nuestra vida. En algunas oportunidades pueden terminar en un Trastorno por Estrés Post Traumático (TEPT).
En esta nota, Ari Bastos, psicóloga y creadora de la cuenta la cuenta Viajera Feminista, reivindica la importancia de hablar de la salud mental de las personas que eligen viajar como estilo de vida. Porque, al fin y al cabo, el viaje no solo es una foto espectacular para Instagram.
Según la psiquiatra Ana Laura Jiménez Betro, el TEPT se genera ante una situación de estrés muy grande, en donde la característica principal es que hubo riesgo para la vida de la persona. Es más, siempre que la vida de la persona esté en peligro se puede dar el TEPT. Actualmente también se considera a las personas que son testigos de una situación en la que existió este riesgo. Las personas con TEPT pueden seguir experimentando el evento traumático mediante secuencias retrospectivas, pesadillas o recuerdos que no pueden controlar.
Hay dos datos que tenemos que saber sobre TEPT: uno es que no siempre surge lineal y posteriormente a haber vivido una situación traumática y otro es que las mujeres somos dos veces más propensas que los hombres a desarrollarlo.
En mi caso me diagnosticaron con TEPT dos años después de haber sobrevivido a una situación abusiva con un supuesto médico y masajista ayurveda que conocí por la plataforma viajera Couchsurfing mientras viajaba por Asia. Apenas sucedió la situación, logré ponerme a salvo y continuar con mi viaje. Solo yo sabía lo que me había pasado. A los tres meses de aquel incidente viajé a la isla paradisíaca de Koh Phangan, en Tailandia, a encontrarme con amigas viajeras. Recuerdo pensar más de una vez al día, mientras hablaba con ellas. “No entiendo por qué la están pasando tan bien”, les decía. Una barrera invisible empezó a separarme de la realidad. Cuando volví a Buenos Aires, estuve varios meses trabajando lo mínimo y sin poder disfrutar de actividades tan simples como cenar con amigas, por ejemplo.
Para mí el TEPT es como una mancha gris que está en mi cerebro. Hay semanas en las que me olvido que existe y otras en las que se me aparece. A veces es una mancha chiquita, a veces es una frase, muchas veces una imagen de aquella situación, que llega sin pedirme permiso y que no elijo. Me angustia, me enoja y me molesta porque aparece en momentos de disfrute. Es disruptiva e intrusiva.
Titín
Titín lleva adelante la cuenta Titín round the world. Es una viajera con más de 10 años de experiencia que ha recorrido cuatro continentes y fue una de las primeras viajeras que compartió abiertamente su experiencia con TEPT a raíz de una situación de intento de abuso sexual que también vivió viajando.
“Me pasó en la mitad de un viaje. Cumplía un mes en el país y seguí como si nada. Los primeros dos o tres días tuve una sensación horrible en el cuerpo, pero después ‘se me pasó’ y no lo volví a recordar hasta seis meses después cuando empecé a escribir el libro y releí lo que había escrito en el momento en que me pasó”, relata Titín.
“No podía olvidar el tacto del tipo ese en mi piel, empecé a tener taquicardia, dije ´qué me está pasando´. Después de varios días de ponerme a escribir y que me dieran ataques de ansiedad, le escribí a mi psicóloga. Hacía 2 años que no la veía porque ya me había dado el alta, y quedamos en que siempre que tuviera algo que charlar nos volvíamos a encontrar. Me atendió algunas semanas hasta que me sentí mejor. La terapia conductista es con la que más resueno”, continúa la entrevistada.
Chiara
Chiara se tomaba las típicas dos semanas de vacaciones. Como ama viajar y había sido un buen año laboral, no solo se fue al Caribe con una amiga sino que decidieron darse el gusto de ir cinco noches a un hotel all inclusive.
“Nunca había ido a un hotel así, me sentía adulta. La segunda noche mi amiga se fue a dormir y yo me acerqué a la barra. Había un italiano, guía de un grupo, que me parecía atractivo. Me quedé charlando con él. Me pedí un trago, tomé un sorbo y se me puso todo negro. Tengo algunos flashes de lo que sucedió esa noche, pero aún no recuerdo todo. Si al día siguiente hubiera admitido que me violaron, me hubiera tenido que volver. Lo negué a niveles que ni sabía”, cuenta Chiara. Luego vinieron el insomnio y los enojos generalizados. No entendía por qué no dormía ni por qué estaba enojada.
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La denuncia de Thelma, el quiebre del silencio
Si bien lo recomendado para prevenir el TEPT es trabajar la situación dentro de los tres meses de haber sucedido la situación traumática, ninguna de las tres pudo hacerlo en ese plazo. Titín porque no quería asustar a su familia ni recibir comentarios prejuiciosos reclamándole cómo osaba viajar sola por ese país inseguro y alejado que, de hecho, es donde más segura se sintió viajando.
Chiara se lo dijo a su mamá un año después. “Cuando Thelma Fardín salió a contar lo suyo pude hablar con mi mamá, pude decir ‘me violaron’. Recién ahí dejé de tener pesadillas”, asegura. La mamá le consiguió una psicóloga feminista con formación en género que a su vez armó equipo con una psiquiatra.
Yo se lo pude contar a mis padres dos o tres años después, cuando mi terapeuta los convocó a una sesión familiar. Desde ahí algo aflojó y pude ir compartiendo algo de lo vivido con amigas y familiares sin sentir tanta culpa o malestar.
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Tengo TEPT, ¿y ahora qué?
Titín sugiere refugiarse en la terapia: “Cuando todas las herramientas que tengo no me sirven o no me alcanzan para lo que me está pasando, cuando empezamos con cambios físicos, como ansiedad, taquicardia, ya son palabras mayores. Aunque sea como lo estoy haciendo yo, que no lo hago de forma constante sino cuando realmente siento que no puedo. Y más viajando sola, ya que hay cosas que son súper movilizantes”.
Chiara, además, recomienda conectar con actividades placenteras para la mente y el cuerpo en donde se construya comunidad: “La escalada me permitió sentirme fuerte, conectar con mi cuerpo, sentir que éramos una unidad de vuelta”.
Es importante saber que para el tratamiento de TEPT existen solo dos modelos terapéuticos validados: la terapia cognitivo conductual centrada en el trauma - como la que hizo Titín- y EMDR -o terapia de reprocesamiento- que realizó Chiara y aún realizo yo. Comencé como paciente y me gustó tanto que me formé como terapeuta.
De acuerdo a la asociación civil EMDR Iberoamérica Argentina, se trata de un tratamiento psicoterapéutico que activa el sistema de procesamiento de información del cerebro para tratar dificultades psicológicas y emocionales originadas en experiencias traumáticas, tanto en niñes como en personas adultas. La meta del tratamiento con EMDR es alcanzar los más profundos y completos efectos en el más corto periodo de tiempo, mientras se mantiene su estabilidad dentro de un sistema familiar y social balanceado.
Es por eso que es importantísimo elegir terapeutas que estén formades en alguno de estos modelos, ya que la terapia verbal convencional no tiene la formación específica que requiere el trabajo con situaciones traumáticas y demoraría al consultante en comenzar un tratamiento adecuado. Como consultantes tenemos que animarnos a preguntarle a les terapeutas con qué modelo trabajan, además de que es nuestro derecho saberlo.
Viajar sin romantizar
Tal como dice Chiara, “esto no es una estadística que vemos en la tele, quizá estás sentada al lado de tu amiga y no tenés idea de lo que le pasó”. Por eso es importante hablar del tema con nuestras amistades, familiares y allegados.
Titín resalta que “hay machismo en todas las culturas”, pero que también viajar da una sensación de libertad hermosa y brutal que puede ser motor de miles de emociones. En su rol de comunicadora de viajes, ella incluye relatos de todo tipo y no solo los típicos que romantizan el viajar: “La vida está buenísima con lo malo también, con lo bello de la lucha y con la sensación de libertad que experimento cuando viajo sola”. De esta manera, insta a usuarias y usuarios de redes sociales a consumir las cosas que son reales.
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En este sentido, uno de los grandes aprendizajes que me dejó la situación a la que sobreviví -y esos 13 meses de viaje en general- es la importancia de informar como Viajera Feminista. Las mujeres somos la mitad de la población pero rara vez se tienen en cuenta nuestras necesidades específicas. Desde las medidas de seguridad de los autos hasta la corriente de aire que debe haber en un edificio cuando se construye están armadas en base a “la persona promedio” que, para sorpresa de nadie, es un varón (caucásico y, ya que estamos lo decimos: heterosexual, blanco y de clase media alta).
La información turística carece de perspectiva de género, incluso a veces se subdimensiona o se omite. Ni los ministerios de turismo, ni los establecimientos hoteleros, ni las apps de viaje (si bien ahora están surgiendo algunas iniciativas interesantes) ni las cancillerías de nuestros países se preocupan realmente por informar a las viajeras de las herramientas con las que cuentan.
Es un camino que tenemos que construir nosotras. Informándonos antes de viajar y manteniendo nuestras redes de contención vamos a poder tener la mejor experiencia posible. Las redes feministas nos sostienen.