En medio de la crisis social, política y económica que atraviesa la Argentina, resulta cada vez más imprescindible transformar las concepciones sobre los modelos de trabajo remunerados y no remunerados para darle más lugar al placer y al disfrute personal como parte de la rutina diaria, pero ¿eso es posible? ¿Cómo gestionamos el derecho al tiempo libre?
—¿Por qué me viniste a buscar vos y no mamá, papi?
—Porque mamá todavía está en una reunión de trabajo.
El nene encoge los hombros un tanto resignado ante la respuesta de su padre. Clara está en la vereda de la escuela esperando a su hija. También había pasado todo el día entrando y saliendo de distintas reuniones, pero pudo cortar justo a tiempo para retirar a la niña. Tiene 39 años y disfruta mucho de su trabajo, aunque hace unos meses en la empresa empezaron a exigirle algunos días de presencialidad y le resulta inviable el horario de salida del colegio.
Lucía carga un bolso que parece a punto de explotar. Son cosas que pasan cuando salís de tu casa a las 8 de la mañana para volver casi 12 horas después. Sube y baja las escaleras del subte con un paso acelerado. Combina tres líneas en el afán de que su viaje al trabajo sea un poco más corto. Los vagones explotan. Mientras vuelve a su casa le escribe unas instrucciones a su compañero por WhatsApp. Preparar cena. Emoji de corazón. Hay tanta gente adentro del vagón que es imposible explayarse en el texto. Pero el pedido es clarísimo: llegar y que esté resuelto.
En un país donde la pobreza alcanzó a más de 22.6 millones de personas durante el primer trimestre de 2024, según los cálculos publicados por la Universidad Di Tella, cómo podemos las mujeres dejar de producir, al menos por un rato, para encontrar un espacio de disfrute cuando la mayor parte de nuestras vidas está dedicada a las tareas de cuidado no remuneradas y a ejercer distintos roles laborales a cambio de un sueldo. Un sueldo cada vez más necesario y base para cualquier economía de hogar.
La psicóloga y sexóloga feminista Laura Müller sostiene que, a diferencia de lo que ocurría hasta hace algunos años en su consultorio, en la actualidad se conjuga el ser mujer (o mujer/madre) y trabajadora con el contexto político-económico-social hostil. Esto provoca que el agobio y la presión laboral esté presente en la mayoría de las sesiones. “En momentos de grandes crisis, los derechos de las mujeres y disidencias se ven muy vulnerados, sobre todo porque se les exige mucho más que a los varones”, afirma a Feminacida.
Vivimos en un tiempo donde se señala a “la generación de cristal” como algo peyorativo, pero para la terapeuta, por el contrario, las nuevas generaciones son las que comenzaron a romper el modelo obligacional para priorizar el cuidado personal y el respeto por la salud mental. “A pesar de la compleja coyuntura, de a poco se está comenzando a gestar un cambio que se visibiliza en varios órdenes, incluso en mujeres y disidencias que deciden no maternar”, sintetiza.
Según los datos que fueron publicados por la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) en 2021, las mujeres tienen una carga horaria aproximada de 9.20 horas, por sobre las 8.38 que registran los varones teniendo en cuenta el acumulado global de horas dedicadas al trabajo remunerado y el que no lo es. Sin embargo, el relevamiento también refleja que las mujeres dedican alrededor de 6 horas y media a las tareas de limpieza y cuidado mientras que los varones sólo la mitad.
Florencia Sichel es filósofa, docente y autora de dos libros sobre filosofía infantil. En diálogo con este medio, expresó: “Como dice Diana Maffía en su definición de feminismo, en las crisis todxs la pasan muy mal, hay personas que la pasan peor que otras y ahí entran los feminismos, las disidencias y también quienes maternamos y cuidamos. En un momento de dificultad económica feroz como el que estamos atravesando quienes además estamos realizando tareas productivas y de cuidado nos vemos todavía más afectadxs ya que es muy difícil encontrar espacios de goce personal”.
En este sentido, Sichel considera que, si bien hay un cambio de modelo respecto de cómo vivieron la maternidad y las tareas de trabajo no remunerado nuestras madres y abuelas, el hecho de formar parte activa del ámbito público abre mucho más el juego, pero también es mucho más exigente: “Como dice Ester Vivas, vivimos bajo el prototipo de que la mujer todo lo puede, de la superwoman, la que está presentable, la que tiene que tener amigas y vida social, ser buena madre pero que no le lleve mucho tiempo, ser una profesional exitosa y es un poco tramposo porque, por un lado, nos corrimos del rol de la madre abnegada dedicada con exclusividad al ámbito privado y nos mostramos como súper poderosas también en el ámbito público, al final del día tenemos una doble demanda respeto de los trabajos”.
Raquel Vivanco es fundadora del observatorio de las violencias de género Ahora que sí nos ven y afirma que el cambio de paradigma en la funcionalidad laboral es real. Para la referenta feminista, existe en las mujeres y disidencias un entendimiento de la propia disponibilidad y entrega que permite que se atrevan a cuestionar el mandato de la maternidad y los trabajos de cuidado como único destino posible y, por el contrario, se puedan ubicar en el plano del deseo. “Al romper con este mandato se diluye la premisa principal sobre la que se sostiene el sistema patriarcal: la división sexual del trabajo y la división social de los cuidados”, argumenta a Feminacida.
Para Vivanco, “la autonomía de los cuerpos también está íntimamente ligada a la libertad de poder proyectarse en diversos escenarios laborales en donde el ocio y el disfrute puedan llegar a tener un lugar mucho más relevante que el que ocupaban para nuestras madres y abuelas”. Partiendo de esta premisa, las generaciones más jóvenes están configurando las nuevas reglas y horizontes que buscan deconstruir lo obligacional para darle otro espacio al tiempo libre.
Desde hace siglos, las mujeres y disidencias hemos logrado romper con los clásicos esquemas y conquistar distintos derechos que nos permitieron acceder a una calidad de vida un poco más justa. Avanzar sobre la legitimación del disfrute por sobre la hiperproductividad es uno de los grandes desafíos que tenemos por delante. Jugarle de cerca al frenesí capitalista entendiendo que el trabajo remunerado es un medio de vida y no un eje central en ella.
En esta línea, la licenciada Sichel cree que en la medida en que las relaciones laborales no contemplen otra perspectiva del trabajo, basada en derechos y licencias, con una red más global y más abierta, las principales tareas y cargas mentales seguirán recayendo en las identidades feminizadas.
¿Cómo podemos entonces transformar la trama? ¿Es posible parar de producir al menos por un rato para dedicarnos a revisar nuestros otros intereses? Para Vivanco, el capitalismo es un sistema perverso y cruel que nos demanda producir para luego consumir, nada más alejado de la felicidad que someternos a esa lógica en la cual si no producimos, no servimos. ”Tenemos que asignarle valor a las cosas más simples y conectar lo más posible con nuestros deseos como buena práctica para empezar a encontrar los espacios de goce personal”, ensaya.
Y desde otra perspectiva, Sichel agrega la importancia de poder establecer límites, reconocer las exigencias propias, sociales y del entorno y de seguir luchando: “Estamos a medio camino y si bien logramos salir de la caverna del ámbito privado accediendo a un terreno colectivo y público, las tareas aún hoy no son distribuidas de forma equitativa y justa y es hacia donde debemos ir”.
Por supuesto que ese camino es colectivo. Como todas las batallas en materia de género, la más grande es ir contra el individualismo. Transformar desde lo masivo, sostener en la grupalidad y sabernos merecedoras de vivir una vida cada vez más plena, menos precarizada y, entonces, más libre.
Esta nota forma parte del dossier "Cuidadoras: el trabajo que mueve al mundo".
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Gracias por exponer está situación en este contexto tan desfaroble.
Excelente artículo.
Excelente nota! Hay que visibilizar lo invisible para muchos. Lucha colectiva para triunfar en la batalla diaria. No olvidemos la importancia de la red de contención para que las familias puedan funcionar mejor y crear momentos de disfrute personal.