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La muxeidad: la revolución del tercer género en México

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La suave melodía zapoteca recorre el cuarto. Como una serpiente danzante que abraza los cuerpos para rodear sus caderas y hacerlos bailar. Los espejos reflejan los rostros maquillados: labios pintados de rojo y pestañas oscuras arqueadas. Las muxes comienzan a cantar la melodía zapoteca mientras se ponen su huipil bordado por ellas mismas. Cada flor está bordada con colores pensados minuciosamente. El peinado está hecho con trenzas que marcan un laberinto en donde se pierden cintas y flores. La emoción se cruza con sonrisas. Un ambiente de celebración, música y flores bordadas en terciopelo envuelve esa habitación. 

Afuera se escuchan los fuegos artificiales que indican el comienzo de “La vela de las auténticas intrépidas buscadoras del peligro”. Cada mes de noviembre, las muxes recorren las calles de la ciudad de Juchitán, mostrando sus mejores vestidos, ansiosas de querer ser elegidas como la reina muxe. El olor a tortillas y a mezcal acompaña el camino. Llegan curiosxs desde diferentes puntos de México y del mundo a presenciar esta celebración. A veces alcanzan a ser 8 mil personas. Esta fecha es imprescindible en el calendario queer. 

Intrépidas muxes

¿Quiénes son esas intrépidas con vestidos de terciopelo y flores bordadas? Lukas Avedaño, referente de la comunidad muxe y antropólogo y artista performático, cuenta a la Revista Dislexia, su definición sobre “ser muxe”:  “Es una subjetividad de asumir y vivir los cuerpos de forma menos ortodoxa que contrasta con la escrupulosa mirada de la heteronormatividad. Esa muxeidad es protagonizada por personas que nacen con pene y testículos. Pero viven una cotidianidad asumiendo roles culturalmente que para la heteronorma son considerados de no varones.”

En la cultura ancestral zapoteca la teoría de género no tiene cabida. Eso de encasillar en un género es propio de la cultura occidental colonizadora. Les muxes vienen a romper y cuestionar la heteronormatividad. Hasta en el lenguaje zapoteco se evidencia una ideología que acompaña a la realidad muxe. Porque no tienen artículos que definan algún género, como “el”, “la”, lo que sí pasa en el castellano. Utilizan un “ti” que acompaña gramaticalmente pero no condicionan un género, por ejemplo: “ti Lucía”, “ti Carlos”. Esto es como un solo ser. Es un artículo general. 

Y ¿qué es muxeidad? El concepto está muy bien desarrollado por Lukas Avedaño en el blog Yanonic: “Hablo de la muxeidad, y no de muxes, porque es un acto social. Es decir, la muxeidad solo es un eslabón dentro de otro, en el que hay política, economía, religión, lo social, el sistema de cargos, usos y costumbres y la sexualidad. La muxeidad no se puede catalogar, decir que muxe es igual a puto, mampo o queer. La muxeidad existe en la medida que haya un universo social, natural y simbólico que la sostenga. Puedo ser muxe en mi localidad pero afuera soy puto, entonces se pierde la connotación.”

En las calles de la localidad de Juchitán se puede observar una gran aceptación hacia las muxes porque son parte del imaginario social zapoteca. Pero los problemas surgen cuando se avanza de manera violenta contra aquellos cuerpos que se resisten a ser normalizados y encasillados.

Violencia y derechos vulnerados

“Antes muchas muxes tuvieron que dejar la escuela, porque terminaban la primaria y ya no les dejaban ir vestidas de mujer, muchas dejaron de estudiar. Otras tuvieron que ir a la escuela nocturna”, cuenta Karla Rey, presidenta de la tercera Verbena Muxe de Primavera, al periódico La Jornada. 

Muchas se encuentran ante la dificultad de manifestar su sexualidad en ámbitos sociales, como el ejemplo de asistir a la escuela vestidas como a ellas les gustaría. Pero se hallan ante una institución con resabios medievales, que normaliza la construcción de la subjetividades y de los propios cuerpos infantiles y juveniles. Esto repercute en la vulneración de un derecho tan simple como la identidad y la educación. 

Un testimonio en primera persona de Amaranta Gómez, cuenta en el programa Historias Debidas de canal Encuentro: “Estaba terminando la primaria y quería estudiar en el secundario, pero me encontré con el tema de que no me aceptaban, porque quería vivir y vestirme como mujer, y por lo tanto no quería. Entonces decidí no seguir estudiando, pero sí decidí a los 13 años que quería vivir como mujer.”

Otras de las batallas a lidiar es el transfeminicidio y la violencia hacia la comunidad queer en general. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hecho en el 2015 sostiene que México ocuparía el segundo lugar a nivel mundial de asesinatos por prejuicio respecto a la identidad o expresión de género de las personas. Las cifras lograron bajar en el año 2016, pero de igual manera continúa siendo en el continente americano uno de los países con mayor cantidad de transfeminicidios, según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas.

Por esa razón, la “vela de las auténticas Intrépidas buscadoras de peligro” no solo es un momento de celebración de las muxes, sino un encuentro para la reflexión y la demanda de los derechos ultrajados, como también los embates que implican los crímenes de odio o transfeminicidios. Becky Avendaño, activista en temas de género, cuenta al programa de Historias Debidas:  “Todos estamos inmersos dentro de esta fiesta. Pero también estamos enmarcando la lucha por la redignificación de nuestros derechos humanos, también para la inserción dentro de la toma de políticas públicas exclusivamente para la comunidad LGBITTTQ+ y los muxes".

¿Un mundo sin género?

¿Es posible pensar un mundo sin género? Vestidas de terciopelo negro, con flores bordadas, trenzas y cintas de colores, las muxes nos dan la posibilidad de imaginar aquella utopía. Donde el lenguaje no sea cómplice de la heteronorma. Donde las infancias sean libres de vestirse como quieran. De ser como quieran. Solo ser. 

La lucha continua para detener los transfemicidios hacia aquellos cuerpos que representan una cultura milenaria. Y hacia la comunidad queer en general. Pidiendo el reconocimiento de sus derechos humanos vulnerados por una cultura colonizadora que arrasa sin piedad.

-Este artículo fue producido en el Taller de Periodismo Feminista de Feminacida-


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