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Eternamente endeudados

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El sonido a todo volumen de un casino online invade las calles del barrio de Villa Crespo. Vecinos asustados salen a sus balcones para descifrar el origen de aquellos ruidos estrambóticos. El hombre, que sentado en su auto se dedicaba a timbear en sus minutos libres, nota haber dejado el celular conectado al bluetooth del estéreo. Avergonzado hunde el cuerpo en el asiento, baja el volumen y se calza la capucha para esconderse sin dejar de apostar.

Viernes por la noche, festejo de cumpleaños número 18 del miembro más pequeño de la familia. De una charla trivial entre adultos y amigos jóvenes del agasajado surge que “los pibes no sueltan el celular”. Lo que más hacen en su tiempo libre es apostar online. Fútbol, pero también otros deportes: tenis, hockey, lucha libre. Pregunto qué les gusta más, si los deportes o apostar por ellos. La respuesta es la segunda. “Yo ya ahorré mil dólares. Planeo comprarme la Play 5”, responde uno. “Y la vez que perdiste las 200 lucas que te había regalado tu mamá para tu cumpleaños, ¿no la contas?”, chicanea otro. Silencio. Risas incómodas. Nadie profundiza. 

La conversación deriva rápido: cuatro de las seis mujeres en la mesa cobran la jubilación mínima. Distintos rubros y experiencias, todas coinciden en una cosa: han trabajado duro toda su vida. La conversación no es estrictamente política a primera vista, intercambian conocimientos sobre mecanismos de ahorro en la microeconomía cotidiana para sortear el problema de fondo: no llegar a fin de mes. Una comenta que realizó un excel con los descuentos semanales en comercios cercanos al barrio, para no perderse “y para no pensar tanto”. Ya ni se quejan. Las demás festejan. Otra cuenta que, gracias a haber adquirido un tercer trabajo, ha bajado de peso. “Camino mucho y como poco”, dice. Risas. 

¿Por qué nunca nos preguntamos hacia dónde van nuestras vidas atravesadas por la permanente especulación económica? ¿Cómo no enfermarse por el control cuando desde la Casa Rosada lo que se propone como modelo de país es la mismísima especulación? 



Ese modelo económico del que hablas, ¿está en la habitación con nosotros? 

El Fondo Monetario Internacional finalmente le concedió un nuevo préstamo de 20 mil millones de dólares al gobierno de Javier Milei. Ese mismo día el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo autorizó la venta de casi 400 mil millones de dólares del Banco Central con el objetivo de frenar el impacto que la demanda de dólares de las últimas semanas tenía en el valor del tipo de cambio. Un dólar barato y estable para desacelerar la inflación. 

La presión del mercado sobre el dólar llevó al gobierno a quemar reservas en un ritmo desenfrenado durante los últimos seis meses en Argentina. “Toto” lo hizo aunque ya sabía que horas más tarde estaría frente a algún espejo del Palacio de Hacienda ajustándose la corbata para dar una conferencia de prensa en la que anunciaría la devaluación que el propio FMI exigió. ¿Por qué regaló tantos dólares baratos al mercado sabiendo que iba a devaluar? En esta nota no habrá respuestas, pero sí algunas intuiciones. 

Prometo que de economía hablaré poco, o lo suficiente 

Los 400 millones de dólares que el Banco Central vendió ese viernes equivalen al presupuesto de todo el año del CONICET. Parece que al final sí había plata, la discusión era para quién y para qué. Los dólares del fondo, más que un rescate, operan de espaldarazo simbólico: le permite al gobierno usar dólares ya existentes del organismo para pagar vencimientos. En criollo, el gobierno acude al fondo para evitar el default. Compró “tiempo” a cambio de soberanía económica. 

El FMI ahora exige -como siempre- profundizar el ajuste y mantener su plan ortodoxo: reforma previsional, reforma laboral, privatizaciones, reforma tributaria (más impuestos) y, por supuesto, un “sinceramiento del tipo de cambio” o una devaluación, la cual impactará en precios en formato de inflación. Es decir, más pérdida del poder adquisitivo ya pulverizado del trabajador promedio. Mientras el Fondo celebra la “disciplina fiscal”, la economía “real” se achica cada vez más..

Dejemos de lado los tecnicismos, porque no hace falta ser economista para notar la recesión que vive la calle. Caída del consumo, del empleo y la producción. Mientras la pobreza llegó a superar el 50%, el presidente Javier Milei mostró con orgullo el superávit fiscal ante los ojos del par estadounidense de Toto Caputo, Scott Bessen. 

El secretario del Tesoro de los Estados Unidos visitó Argentina para responder “no money” ante la pregunta sobre la posibilidad de que el propio Tesoro brinde otro apoyo financiero adicional al del FMI a la economía de Milei. Llama la atención pensar que un funcionario tan importante de Donald Trump en estos tiempos de guerra comercial con China viaje por doce horas al país austral sólo para elogiar el ajuste del estrambótico presidente libertario. 

Antes de acudir a la Casa Rosada, Bessent almorzó con importantes empresarios del sector energético y financiero argentino en un diálogo reservado a la prensa. Lo que sí trascendió de ese encuentro bastará para sacar algunas conclusiones: garantizó la influencia del gobierno de Estados Unidos sobre el gobierno de Javier Milei para efectivizar la desregulación y las inversiones en energía e infraestructura. También aprovechó la ocasión para señalarle a “Toto” Caputo que la Argentina debería salirse del SWAP con China una vez consiga reforzar las reservas del BCRA. 

La plutocracia se consagra en un sistema político y social en el que el poder real lo ejerce la misma minoría que concentra la riqueza. No hablamos de “influencias” sino de una estructura donde las decisiones fundamentales se toman en función de los intereses del capital, donde la única “verdad” que rige es la del mercado. 


Asunción Donald Trump, de izquierda a derecha, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Elon Musk

En la Argentina de Milei mientras se liberan precios, se abren mercados y se achica el Estado al mínimo, los grandes actores financieros se benefician con la especulación y el carry trade de “Toto” Caputo. Fondos de inversión, bancos y empresas con acceso a financiamiento internacional aprovechan las altas tasas de interés en pesos para hacer ganancias rápidas sin generar ninguna inversión en materia productiva. 

Es la economía real la que paga las consecuencias de una fuga de capitales que nunca tiene en cuenta a los trabajadores ni a las pequeñas y medianas empresas. ¿El resultado? Más desigualdad, menos protección y un país que parece hecho a medida de los que más tienen. Donde se pondera el modelo de la especulación financiera, se devalúa la producción nacional. 

El Secretario del Tesoro de los Estados Unidos se refiere con total libertad al futuro de la economía argentina, como si tuviera incidencia directa sobre ella (porque la tiene) mientras se perpetúa el feroz ajuste sobre jubilaciones, obra pública y gasto social. Aunque el Gobierno Nacional rehúsa del intervencionismo estatal, cabe destacar que se trata del gobierno menos liberal de la historia ya que desde diciembre de 2023 insiste con intervenir el tipo de cambio desde el Banco Central, pisar negociaciones paritarias y, hasta hace algunos días, mantener el cepo de dólares.  

De nuevo, pareciera que el modelo de Javier Milei no sólo fracasó. El presidente llegó a la Casa Rosada seguro de que el recorte al gasto público resolvería los problemas de todos los argentinos. Dieciséis meses después el problema es la falta de dólares. Argentina vuelve a acudir a un prestamista de última instancia por la propia incapacidad del gobierno para generar ingreso de dólares que necesita para cumplir con los vencimientos de deuda sin usar reservas del Banco Central. También porque la gestión libertaria busca en el FMI el aval político y simbólico que Milei usa como sello de “seriedad” frente a los mercados en un intento desesperado por recuperar confianza internacional para futuras inversiones o financiamiento privado, en un país con acceso prácticamente nulo al crédito externo.  ¿Quién le querría prestar a un eterno deudor? O mejor aún, la verdadera pregunta es: ¿cuál es el verdadero costo?

No de nuevo, decía

Argentina firmó casi 30 acuerdos con el FMI desde 1956. Spoiler: ninguno terminó “bien”. Lejos de traer estabilidad, los programas del Fondo acarrean recetas de ajuste que agravan las crisis. 

Cada nuevo acuerdo se presenta como "el último" o como una oportunidad de "volver al mundo", pero en los hechos terminan en recesión, endeudamiento y pérdida de soberanía económica. En la letra chica del acuerdo garantizado por la gestión libertaria los condicionamientos se repiten. ¿Habrá margen en la economía argentina para hacerle un nuevo agujero al cinturón? 

¿Trabajo registrado? Para qué lo quiero: soy mi propio jefe, o mi propio patrón

Hay algo que no se puede negar: Javier Milei hizo campaña en 2023 elevando una motosierra por los aires. Con la construcción de una narrativa que adjudicaba el fracaso del modelo económico argentino al gasto fiscal, logró instalar un nuevo sentido común de tolerancia no sólo a la recesión económica como etapa necesaria para un futuro prometedor sino en el sacrificio individual como carácter elemental de transformación nacional. 



En una sociedad desesperada por llegar a fin de mes, a comprar medicamentos o a soñar con tener tres en vez de cuatro trabajos para poder sobrevivir, la cultura de la plata fácil se ha filtrado en cada rincón del engranaje comunitario que envuelve a los argentinos. Las apuestas online, las criptomonedas y la obsesión por la “guita fácil” se han convertido en los sueños de generaciones que ya no encuentran otro tiempo en sus agendas donde poder sumar horas para explotar su fuerza de trabajo. 8 de cada 10 adolescentes accedieron a jugar en aplicaciones móviles o casinos virtuales en el último año, un dato por lo menos alarmante cuando la pobreza se apropia del 38% de la población, según un informe publicado por UNICEF realizado en todo el país

No se trata sólo de un problema monetario para las familias detrás de cada infancia o adolescencia ludópata, se trata de un síntoma: una sociedad que ya no sueña sino se mantiene eterna en la vigilia, incapaz de proyectar sobre una realidad adormecida en la naturalización de la permanente inestabilidad financiera. 

La clase media, antes orgullosa de endeudarse para progresar con tal de financiar la carrera de “mi hijo el dotor” o adquirir bienes durables como autos o casas, hoy se endeuda simplemente para sobrevivir.  Recientemente la consultora La Sastrería publicó un informe en el que reveló que 3 de cada 10 argentinos debieron endeudarse para llegar a fin de mes mientras que un 55% de las personas considera que la pobreza está aumentando. “Llegar a fin de mes” cada vez más cerca al día después a cobrar, mientras los salarios caen y las jornadas laborales se alargan, muchas veces bajo la informalidad del autoempleo o la precarización que ha logrado permear hasta lo más profundo de la economía.  Otro sentido común que golpea en la estabilidad mental de los argentinos donde el fracaso económico propio -al menos en el relato del Gobierno- es un problema individual y no un fenómeno estructural de un país ya no sólo empobrecido sino cada día más endeudado. 

La frase “el pobre es pobre porque quiere” resuena en el aire. Se viraliza en internet la acción de una organización libertaria llamada “Buenos Vecinos” que se dedica a denunciar vendedores ambulantes y manteros en la Ciudad de Buenos Aires. Trabajadores, changueriles o jubilados que buscan hacerse el mango son demonizados e insultados por hacer “negocios ilegales” o “no pagar impuestos”. Una mujer jubilada llora en la pantalla de mi celular, descompensada tras ser desalojada de una esquina en la que vendía medias para poder costearse la vida. Como si fuera un mantra de una sociedad que ya no tiene lugar para la empatía, la deshumanización de quienes luchan a diario por una vida digna se convierte en la justificación de un sistema que perpetúa la miseria, manteniendo a millones atrapados en un ciclo sin fin de carencias y sacrificios que ya no conducen a nada. 

La precarización es la norma y el empleo formal parece un lujo de otro tiempo. Con un 42% de los 20 millones de trabajadores activos en la informalidad laboral (según los últimos datos arrojados por la Encuesta Permanente de Hogares del cuarto trimestre de 2024) y un salario real cada vez más reducido, la promesa de movilidad social ascendente se desdibuja y los trabajos temporales o “uberizados” se presentan como la única opción. 


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Parafraseando a la filósofa política Wendy Brown, la plutocracia se mantiene sin resistencia porque todos soñamos con ser parte de ella; en medio de un capitalismo acelerado donde el neoliberalismo no solo destruye al Estado de bienestar, sino también la idea misma de lo común y de lo democrático.

Recuperar la soberanía política y económica ya no es sólo una una fantasía nacionalista. Es la condición indispensable para dejar de vivir endeudados, precarizados y sin futuro. Es un acto de supervivencia. Porque en un país donde la especulación y la deuda dictan el ritmo de vida, el único que gana es el capital.



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