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"Diálogos Desobedientes": ¿Conocés la Campaña Nacional de Justicia para Luna?

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Diálogos Desobedientes es el newsletter de la Mónica Macha en Feminacida. Cada mes, la diputada conversa con diferentes especialistas y referentes de las luchas feministas. El newsletter es abierto y podes recibirlo simplemente dejando tu nombre y tu mail acá: https://bit.ly/3FU9dU8.

Foto de portada: La Retaguardia


Hace unos días presentamos un proyecto de ley  para que los abusos sexuales en las infancias no prescriban. Porque sus efectos no prescriben, porque sus marcas, su dolor, sus huellas no tienen tiempo. Debemos garantizar el espacio y la justicia que hoy el Poder Judicial, desde una mirada patriarcal, clasista y adultocéntrica, niega a las víctimas.

Una de las personas que participó en la redacción del proyecto, junto a otras compañeras y compañeros de la Mesa contra el ASI, fue Yama Corin.

Yama es madre protectora, arte terapeuta y militante feminista. Cuando su hija tenía 9 años detectó que era víctima de abuso sexual por parte de su progenitor. Desde entonces lucha en busca de justicia. Ha pasado más de una década, su hija creció y ahora dan la batalla juntas.

Hablé con Yama sobre su historia y sobre cómo enfrentar situaciones de ASI.

Después de 11 años en busca de justicia, ¿cómo está la situación de Luna?

En este tiempo tuvimos que ir reponiéndonos a los diferentes obstáculos, o tolerando las diferentes formas de violencia que fuimos sufriendo por parte del aparato judicial, por parte de la defensa del abusador y logramos, con mucho acompañamiento y esfuerzo, llegar a que efectivamente tengamos fecha de juicio oral. Empieza el 8 de agosto de este año, por lo cual hemos conformado una Campaña Nacional de Justicia para Luna. Esa campaña está compuesta por distintas organizaciones políticas, sociales, del feminismo, profesionales, diputadas. Personas que tienen trayectorias en la materia. Personas que tienen recorridos distintos y que han acompañado esta causa, que es una más de las tantas en relación a víctimas de abuso sexual y de maltrato a madres protectoras, pero también una de las pocas que está pudiendo llegar a juicio, por lo cual nos parece que la posibilidad de acceder a una condena es una victoria colectiva y un acto reparatorio, no solo para mi hija y para mí, sino para todas nosotras. Todas tienen la posibilidad de pensar que pelear por justicia es una opción posible. 

Detectaste los abusos en tu hija a los 9 años, hoy ella es mayor de edad y una militante feminista. ¿Cómo es luchar con tu hija?

La verdad es que lo primero que me surge en relación a luchar junto a mi hija es una sensación de enorme orgullo y de conquista en términos de que no lograron vencernos subjetivamente. Nosotras logramos tener un vínculo de amor. Y una vida. Yo lo primero que creo que logramos, más allá del resultado que la justicia otorgue en relación a la condena, es que mi hija hoy tiene una vida. Es una vida como la de cualquier piba. Que ella haya sido victimizada en un momento, no la convirtió en víctima para siempre y eso es por lo que nosotros luchamos. Hoy toma las decisiones sobre la causa y sobre su vida. Y es algo que compartimos y hacemos juntas, lo cual me genera un enorme orgullo y amor y, por supuesto, verla tan grande, tan entera… Yo creo que nosotras logramos lo que lo que desde el feminismo promovemos, que tiene que ver con vínculos de respeto, de acompañamiento, de sororidad, ¿qué es eso? Nosotras nos cuidamos, crecimos juntas acompañándonos y conseguimos esto que es llegar a una instancia tan dura de forma sana y amorosa. Y, de hecho, proyectamos un viaje juntas para después. Así que para mí que una piba de 20 años quiera compartir tiempo con su mamá… yo ya gané. 

¿Cuál crees que debería ser el próximo paso en la lucha contra el ASI?

Es difícil pensar en un paso, creo que son varios en simultáneo. O varias aristas. Hay un aspecto que tiene que ver con la prescripción. Sin duda, el hecho de que les sobrevivientes estén firmemente poniendo en discusión a través de proyectos de ley y poniendo en agenda a través de sus denuncias públicas, el hecho de que la justicia no puede cerrarles las puertas porque cuando niñas no tuvieron la oportunidad lógica de acceder a la justicia me parece que es un tema clave, un aspecto fundamental. Y también creo que lo que lo que se está dando como paso es asumir la problemática del abuso sexual en la agenda del conjunto de las organizaciones. Y desde ya del feminismo y transfeminismo, desde donde surgimos las madres protectoras. Creo que desde ahí también discutimos contenido de la reforma judicial feminista. 

¿Qué le dirías a una madre que está atravesando una situación de este tipo?

Las madres tenemos un mandato social de cuidar casi de forma perfecta y absoluta a nuestros hijos e hijas, lo cual cuando nos enteramos que sufrieron algún daño tan tremendo, no sólo está el dolor de que hayan sido dañados o dañadas, sino de que fallamos y, muchas veces incluso peor, porque quién los dañó fue la persona con quien elegimos construir una familia. Entonces el duelo es tantísimo más difícil. En realidad, no hay tiempo porque hay que poner a salvo a nuestros hijos. Entonces vamos a denunciar. Nos toca atravesar toda la violencia y culpabilidad del aparato judicial, luchar contra la revinculación de nuestros hijos o hijas con sus abusadores, sufrir el ataque y difamaciones de los abusadores. Es un dolor tan profundo desde lo interno y una agresión tan grande desde el afuera que no hay forma de poder atravesarlo sin estar acompañadas, sin buscar alianzas familiares, amigas, organizaciones. No son casos aislados, no nos pasó esta tragedia de forma personal, sino que tiene que ver con un proceso, con un problema que es político. Yo creo que la única forma de soportar tanto dolor es comprenderlo como un problema político porque eso es lo que nos permite darle batalla colectiva. Entendimos desde el feminismo que lo personal es político y, donde lo personal nunca deja de doler, particularmente hay un proceso propio que se atraviesa personalmente y cada una tiene sus tiempos, tiene su proceso, tiene su subjetividad, pero el hacerlo colectivamente nos permite fortalecernos de una forma que individualmente jamás se podría. Y construir con nuestros hijos e hijas otro modo de vínculo que efectivamente esté fuera de la lógica abusiva y de la violencia. Y eso solo se hace, o por lo menos yo lo encontré, en la perspectiva feminista.


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