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"Too Much": ¿Qué pasa después del final feliz?

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"Too Much", la nueva serie de Lena Dunham para Netflix, es un homenaje agridulce al género que se atreve a deconstruir la fantasía del amor romántico.


Los novios salen del registro civil y sus seres queridos los esperan con arroz blanco, aplausos y besos. Ella usa un velo blanco en la cabeza, un vestido y arriba una remera que le pertenecía a su mamá en la adolescencia. Él está de traje y con las uñas pintadas. 

Una transición rápida y están vestidos como los protagonistas de Sensatez y Sentimientos, novela de Jane Austen, que también concluye con una boda. “¿Cuánto tiempo querés estar casada?”, pregunta él en medio del festejo y el hechizo se rompe. 

Así termina Too Much, la nueva serie de Lena Dunhman. La autora, que saltó al mainstream después de su serie Girls de 2012, ahora vuelve con una producción disponible para Netflix. La trama sigue a Jessica (Megan Stalter), una neoyorquina treintañera con mucha personalidad. Después de que su ex novio (Michael Zeger) se comprometa con una influencer (Emily Ratajkowski), decide irse a trabajar a Londres con la ilusión de vivir en la tierra de las “historias de amor”.

Desde el momento que llega a la ciudad, se da cuenta que no va a ser una estadía fácil. Vive en un condominio, lejos de la casona de arquitectura inglesa que esperaba encontrar, y además de eso está el choque cultural entre su personalidad extrovertida y el ser reservado de los otros. Conoce en un bar a Felix (Will Sharpe), un músico con un pasado traumático. Se enamoran y empiezan una relación, con todas las señales de alerta en funcionamiento. 

Pero Too Much no es un drama romántico. Como admitió Lena Dunham en una conversación con Variety, la serie fue creada para ser un homenaje a las comedias románticas clásicas como Notting Hill y Bridget Jones. Son varias las series y películas que están reinventando este género catalogado “en declive”  y la autora decide ir más allá al jugar con su recurso más jugoso: la fantasía de un amor incondicional. 


Rom coms: cómo cranear una fantasía

Modelos aspiraciones de hombres y mujeres que son miembros de la realeza o profesionales exitosos en la ciudad, una serie de enredos sentimentales y un final feliz para los enamorados. En la superficie la comedia romántica, desde sus bases primitivas en William Shakespeare (que escribió obras como Mucho Ruido y Pocas Nueces (1598) y Sueño de una Noche de Verano (1600)) hasta sus versiones más modernas, pareciera ofrecer a las audiencias lo mismo. 

El autor argentino Juan Mattio en su ensayo “La gran estafa de la literatura” describe que por años la literatura, el cine, y otras formas artísticas intentaron ordenar el caos de la experiencia para otorgarle un sentido. El escritor dice que las comedias románticas, como uno de los géneros más consumidos por la cultura de masas, “localizan en su última escena la clausura de la experiencia bajo la aparición tranquilizadora de un significado”. En estas obras el llanto y las pérdidas no fueron en vano. 

A mediados del cine de los años 80 aparecen las plumas de la periodista Nora Ephron y Nancy Meyers con una visión distinta sobre los personajes femeninos en las comedias románticas. Así hubo un revival de las heroínas de la clase trabajadora (working class heroes), que pueden encontrarse anteriormente en el Hollywood clásico de Billy Wilder -creador de Sabrina (1954), Some Like it Hot (1959) y The Apartment (1960)- pero ahora con una mayor agencia sobre sus propias vidas. 

Los conflictos aparentan ser más verosímiles porque se cuelan de la vida de las propias autoras. Como cuenta Ephron en su libro No me acuerdo de nada, la propuesta de escribir el guión de Cuando Harry Conoció a Sally de 1989 llegó para salvarla económicamente luego de haber perdido una herencia millonaria. 

Después de la primera década de los 2000, con el surgimiento del cine de superhéroes de Marvel y DC, la pandemia del 2020 y el aceleramiento de las nuevas tecnologías que dieron lugar a la vida digital actual, las comedias románticas (nuevas y viejas) se enraízan en las plataformas de streaming. Su contenido también mutó en parte porque la generación millennial y los centennials vinieron a cuestionar las bases del amor romántico de sus padres y sus abuelos. 

Los intereses amorosos cambiaron. Se popularizaron historias de amor queer como Happiest Season (2020) con Kristen Stewart o Red, White & Royal Blue (2022) de la plataforma Prime Video. Un film como Crazy, Rich, Asians de 2018, con un elenco compuesto enteramente por personas de origen asiático, fue una de las películas hollywoodenses más taquilleras de la década del 2010. 

Pero la fórmula sobrevive y al final de todas estas nuevas producciones hay felicidad y romance. A una conclusión similar a la de Mattio llegó la investigadora norteamericana Heather Radke en su artículo de 2020 “What she deserves”.

 “Las comedias románticas, como las películas de El señor de los anillos, son fantasías. Su efecto de “confort” viene por darle sentido al caos de la vida cotidiana”, escribe. Y la fantasía para esta autora no es que el “bien triunfa sobre el mal” sino que las mujeres obtienen todo lo que quieren: el novio, los amigos, el trabajo y la casa que desean. 


Los gemelos autosaboteadores

Too Much es una autobiografía ficcional basada en la historia de amor de Lena Dunham con su esposo, el músico británico Luis Felber, que también es co-creador de la serie. Al igual que Jessica, Lena lo conoció después de cortar con Jack Antonoff (productor de Taylor Swift), su pareja durante siete años. 

Hay un elemento que vuelve inolvidable a una comedia romántica y es el “meet cute”, como explica el personaje de Eli Wallach en la película The Holidays (2006) de Nancy Meyer. Chica linda conoce a chico lindo de una manera espontánea y hay flechazo. En funcionamiento, un meet cute perfecto se da en Notting Hill, film del 2001 protagonizado por Julia Roberts y Hugh Grant. 

Felix y Jessica tienen un meet cute a su manera: se conocen en el baño de un antro, cuando él le pide papel higiénico por arriba de su cubículo. Al principio ambos conectan por su sentido del humor e ingenio, pero a medida que pasan los episodios subyace que en el fondo se necesitan para trabajar varias heridas emocionales. 

 La intertextualidad con las novelas de Jane Austen recorre Too Much en forma de sátira. ¿Y quién mejor que esta autora británica, que a la vez satirizó a la clase pudiente y cuestionó el rol de las mujeres en el siglo XVIII, para desplegar esta estrategia? Después de un incómodo primer beso entre ambos, Jessica sufre un accidente doméstico con una vela y Félix cuida a su perrita mientras se recupera. 

Con aquel gesto, ella empieza a percibir a ese treintañero indie con varios problemas económicos como su propio Señor Darcy, protagonista de Orgullo y Prejuicio. El recurso se repite en otras escenas donde, a través de la óptica de Jessica, Felix aparece uniformado de época.



Otro guiño: Notting Hill. El cuarto capítulo, titulado “Notting Kill” (un juego de palabras que en español se traduciría como Notting mata) trata sobre una cena que hace el jefe de Jessica (Richard E Grant) junto a su esposa (Naomi Watts) en su casa paqueta ubicada en el mismo barrio de la película de 2003. El capítulo funciona como una contracara a la escena de la película en que el librero William lleva a la famosa Anna a conocer a sus amigos. 

Mientras en una producción se da una velada clásica, con algún que otro chiste sobre la bulimia que sufre la actriz, la otra se vuelve una fiesta muy trash. Jessica se desenvuelve en conversaciones superfluas que giran en torno a infecciones urinarias por coger mucho, alcohol y mucha cocaína. Todo ante los ojos de su acompañante, un ex adicto y fiestero en recuperación. 

Los personajes rotos son una especialidad de Lena Dunham. Su Hannah de Girls, interpretada por ella misma, es egocéntrica, hace berrinches y proclama ser “la próxima voz de su generación”. Sus amigas no pueden ser consideradas “buenas amigas” y sus intereses románticos la llevan a lugares miserables.

A medida que avanza la trama de Too Much, se conoce el por qué detrás de las “red flags” de los personajes a través de episodios que sirven como radiografías a sus pasados. Después de haber consumido ketamina por primera vez junto a la ex novia de Felix (Adele Exarchopoulos), Jessica recuerda como su relación idílica con Zev se fue deteriorando con el tiempo. Lo que al principio podía ser una pequeña señal de alerta -como él tirando a la basura sus almohadones rosas porque no combinaban con la casa- termina con demostraciones explícitas de desprecio. 

Felix no es el héroe romántico que se espera que sea. No terminó el secundario, duerme hasta el mediodía y está desempleado. Al igual que Jessica, él también proviene de una familia disfuncional: una madre con tendencias suicidas, una hermana que sigue comportándose como una adolescente y un padre (Stephen Fry) que, aún después de haber entrado en bancarrota, delira con volver a ser rico. A ellos se suma una niñera que lo abusó de niño. 

No son escenas cómodas de ver y la audiencia puede no querer que Jessica y Felix  encuentren su “felices para siempre” juntos. Hay dos idas y venidas que involucran infidelidades, insultos y una recaída a adicciones. Pero la fórmula de la comedia romántica, esa que se puede rastrear desde el renacimiento hasta ahora, sobrevive. Y no solo para ellos, también para la hermana de la protagonista, interpretada por la propia Dunham que después de sufrir depresión, vuelve con su esposo.

 En medio de una protesta ambiental y después de haber reconsiderado el vínculo, Jessica y Felix vuelven a estar juntos. “Somos gemelos autosaboteadores”, le dice él y mientras se están llevando presa a Jessica, le pide matrimonio. La fantasía que menciona Heather Radke cumple: Jessica es buenísima en su trabajo y consigue al chico que quiere. Los sinsentidos que atraviesan los personajes se vuelven los eslabones de una narrativa llamada “historia de amor”. 

Lena Dunham logró su cometido principal que fue crear un homenaje a las comedias románticas con las que creció. Pareciera que la serie no intenta ser nada más que eso, hasta que el personaje de Felix, después de haber dicho que sí, tambalea las bases de los finales felices. “¿Hasta cuándo querés estar casada?”. Jessica se ríe, le responde que deje de molestarla y él no dice nada más. 

Los créditos corren y la incertidumbre crece. Puede que haya sido un malentendido o el germen de un conflicto que quede para la segunda temporada aún no confirmada. Tal vez lo mejor y lo peor que puede obtener la audiencia es una conclusión definitiva, un “hasta acá” y que el resto lo complete como quiera. 



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