“Mi mamá quiere que estudie Enfermería, dice que es lo que estudiaron todas las mujeres de mi familia… y no quiero decepcionarla, pero yo no sé si quiero estudiar eso”, cuenta Azul, que está transitando su último año de Secundaria y todavía no sabe qué quiere estudiar. Le gusta mucho Física, es su materia favorita. Pero su mamá se ve tan emocionada con la idea de que Azul estudié Enfermería y siga con la tradición de las mujeres de la familia, que no sabe qué hacer.
Leonardo, en cambio, sí sabe lo que quiere estudiar: Moda. Pero su papá no lo toma en serio, dice que “si estudias eso sos gay” y quiere que Leo sea ingeniero. El peso de decepcionar a su papá, sumado a una etiqueta que él le puso hacen que Leonardo ya no esté con tantas ganas de estudiar Moda.
Los estereotipos son creencias o percepciones simplificadas y generalizadas acerca de un grupo de personas que comparten ciertas características, como género, edad, raza, orientación sexual, religión. Estas creencias son aceptadas por la sociedad y se transmiten culturalmente a través de los medios de comunicación, la educación y el entorno social.
El primer lugar donde aprendemos los estereotipos es en casa, en nuestra familia. Las creencias de esta influyen en nuestra percepción del mundo. Si los adultos de nuestra vida tienen visiones estereotipadas de ciertos grupos, lo más probable es que las adquiramos y reproduzcamos por igual. A veces lo que en casa se ve como lo “normal” tiende a ser un estereotipo internalizado. Como por ejemplo que el hombre haga el asado y cuando lo sirve en la mesa se le aplaude. Es algo mínimo e inocente, pero poco a poco se empieza a transformar en un estereotipo de género. “Una costumbre que se traduce en un estereotipo de género, que queda cristalizado. Digamos que los rituales de los grupos sociales tienden a prefigurar vidas posibles y formas de relacionarnos y organizarnos como sociedad, donde los géneros ocupan distintos roles. Estos distintos roles a desempeñar están muy condicionados en la lógica del género”, comenta Solana Camaño, periodista especializada en educación y género y docente del Colegio León XIII.
Los estereotipos condicionan a toda la sociedad, y a la hora de elegir una carrera universitaria, los jóvenes se pueden sentir condicionados por las expectativas del deber de seguir algo que esté arraigado a su género, porque hay carreras que están feminizadas y otras que están masculinizadas. La enfermería y la docencia son carreras que están mayormente asociadas a la mujer y son las que más relacionadas están al cuidado del otro. Mientras que la ingeniería, la política, las ciencias duras y la mano de obra están masculinizadas, relacionadas al hombre.
Un hombre o una mujer que se quiera salir de esta “regla” es visto como algo raro o novedoso, algo que rompe con los estereotipos de género tan internalizados que tiene la sociedad. Donde está escrito que: “la mujer es enfermera y el hombre es ingeniero”.
“Si sos mujer y siempre ves que los ingenieros son varones y quienes comandan procesos científicos son hombres, te va a ser muy difícil que puedas imaginarte haciendo eso si no lo tenés muy incorporado”, aporta Camaño y agrega: “Tendemos a asociar ciertas carreras a cierto género. Los estereotipos son bastante simplificadores”.
Romper con estos mandatos no es una tarea fácil, porque los estereotipos se sostienen en el tiempo gracias a la repetición y a la validación total que sostienen en la sociedad. Sin embargo, cada vez más jóvenes empiezan a cuestionar estos límites y elegir caminos que, en otras épocas, hubieran parecido imposibles.
Parece que los estereotipos funcionan como una especie de “guion invisible” que determina qué caminos son los “naturales” según cada género. Pero, ¿qué pasa cuando alguien se va por otro camino?

Maximiliano Erhardt, licenciado en Psicología Social, cuenta que cuando él estudió la carrera, del 2001 al 2006, en la carrera eran solo 3 varones y 18 mujeres. “Es una carrera que estudian mucho más las mujeres, que los hombres. Hoy en día la diferencia sigue siendo así”, advierte.
La diferencia no es casual, sino que es el resultado de años de creencias que se asocian a determinadas profesiones con lo “propio” de cada género. La Psicología está asociada al cuidado, la escucha y se vuelve una carrera feminizada porque estas son las cualidades que históricamente se asociaron a mujeres. Y viceversa con las carreras técnicas o las ciencias duras, que requieren más lógica y liderazgo, que son vistos como atributos masculinos. Estas construcciones sociales no solo condicionan a un joven a la hora de elegir una carrera universitaria, sino también a cómo se organiza el mundo laboral.
Poco a poco estas carreras empiezan a mostrar fisuras. Cada vez más mujeres se anotan en carreras relacionadas a la ingeniería, la programación o la ciencia, así como varones que deciden formarse en docencia de nivel inicial y enfermería. Sin embargo mujeres que desafiaron los estereotipos siempre hubo: “Eva Perón en La Política, Virginia Woolf, la escritora inglesa, Hebe Uhart, Cecilia Grierson, pionera en la educación médica y científica, Juana Azurduy en las Guerras de la Independencia”, ejemplifica Camaño.
Los y las jóvenes ocupan un rol clave en este proceso, porque son quienes se animan a cuestionar lo que recibieron como “natural” y transformarlo en nuevas formas de habitar el mundo. La rebeldía juega un papel muy importante, el querer ser distinto o distinta a tu familia y costumbres, es lo que impulsa a romper estos estereotipos tan cristalizados que habitan en nuestra sociedad. Sin embargo, en sus decisiones se refleja la tensión entre lo heredado y lo que cada joven quiere construir para sí mismo: elegir una carrera distinta a la esperada, animarse a ocupar espacios donde históricamente no estuvieron representados o simplemente no aceptar que su género defina lo que pueden o no hacer.
“Creo que las nuevas generaciones, a partir de la Educación Sexual Integral y de todo el contexto feminista de 2015, se animan a pensar otros futuros posibles”, reflexiona Solana Camaño.
Erhardt opina: “Yo creo que hoy no tanto. Me parece que el sentirse obligado a seguir determinada carrera universitaria según tu género, pasaba mucho más antes. A día de hoy la mayoría va eligiendo por lo que le gusta”.
Hoy en día, Azul está estudiando Licenciatura en Ciencias Físicas. Al principio su mamá no reaccionó muy bien, estaba decepcionada y no entendía por qué una chica querría estudiar algo tan “difícil”, ya que lo único que ella conocía para las mujeres era la Enfermería. Fue lo que estudió ella junto a sus hermanas y anteriormente su madre y abuela. La situación la descolocó, pero finalmente lo aceptó y está muy feliz de que Azul haya encontrado su vocación.
Leonardo está haciendo el CBC en Diseño de Indumentaria. Su padre no entiende por qué Leo quiere estudiar una carrera como esa ya que, según él, ningún hombre la estudia. Leonardo le intenta explicar a su papá que moda es lo que a él le gusta, que no quiere ser abogado o ingeniero, y que no hay que darle influencia a los estereotipos de género a la hora de elegir carrera, eso era antes: “Ahora ya no nos conformamos con el molde predeterminado”.
—Este artículo se produjo en el marco de las "Actividades de Aproximación al mundo del trabajo y a los estudios superiores" (ACAP) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires"—
