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"Este no es mi Dios": feministas por una fe sin violencias

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En esta nota, Luján Farfán, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir, y Claudia Acosta, integrante de Las Magdalenas, reflexionan sobre la violencia eclesiástica, un término poco explorado que pone la lupa sobre los mecanismos de control, sujeción y encubrimiento de la violencia en las instituciones religiosas. ¿Cómo opera este tipo de violencia? ¿Casos aislados o un problema estructural? ¿Es posible volver a creer en Dios? Estrategias feministas para empezar a reparar.


“Renunció el obispo de San Rafael luego de ser acusado de abuso sexual”. “Delito: detuvieron por denuncia de abuso sexual al párroco de la iglesia de Schoenstatt en Córdoba”. “Denunciado por triple abuso sexual, un cura fue apartado de la diócesis por el obispo de Quilmes”. Cada tanto, titulares como estos irrumpen en los medios de comunicación y el tema emerge en el debate público. Los abusos eclesiales se presentan como una noticia pasajera, sensacionalista y aislada. Aunque lejos está de ser así.

Luján Farfán, co-coordinadora del Área de Diálogo Ecumémico e Interreligioso de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) define a la violencia eclesiástica como “una violencia que se ejerce en ámbitos o instituciones religiosas justificada por interpretaciones y mandatos machistas de los textos sagrados”.

Fue durante los debates por el aborto, cuando muchas mujeres encontraron el espacio para poner en palabras sus propias experiencias, que empezó la necesidad de nombrar a esas violencias. “Surgió la pregunta sobre los diferentes tipos de violencia que muchas de nosotras vivimos en estos espacios, y con ella, la necesidad de que podamos darle un nombre”, cuenta Luján. En ese primer momento hablaban de “violencia espiritual”, pero luego, asesoradas por sus compañeras de la Guardia Feminista de Abogadas de CDD, notaron que era más apropiado hablar de “violencia eclesiástica” o “violencia en ámbitos eclesiásticos” para dar contexto de dónde se daban estas violencias, cuyos mecanismos tienen particularidades que la distinguen.

¿Cómo opera este tipo de violencias? ¿Son casos aislados? La respuesta, para Luján, es no: se trata de un problema estructural. “Tiene que ver con la conformación de la institución en sí, con quién hace uso del poder, quién toma las decisiones: la Iglesia como una institución pensada y dirigida por hombres no escapa a esta estructura capitalista patriarcal”, explica la activista.  “Las personas que llegan a una iglesia generan mucha confianza con el sacerdote o el catequista, actúan como guía espiritual. A través de ese vínculo es donde muchas veces ejercen este tipo de violencias, la manipulación, la instalación de dogmas como cuál es tu rol como mujer dentro de la institución o cuál debería ser tu lectura sobre determinados pasajes o textos sagrados”, asegura.

Los pocos datos que hay sobre la problemática resultan reveladores. En América Latina, una de cada dos monjas sufrieron abusos de poder y dos de cada diez reconocen que los ataques fueron sexuales, según la encuesta realizada por la Comisión de Atención y Protección a la Niñez, Adolescencia y Adultos Vulnerables de la Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR). El 14,3% de ellas dijo que el cura fue el acosador.

En Argentina, desde la década de 1970 hasta el año 2022, al menos 148 religiosos fueron denunciados por abusos eclesiales, según reveló en un informe la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de Argentina. De ese total, 66 fueron radicadas sólo en el fuero penal, 27 se hicieron en el ámbito eclesiástico y 38 en ambos ámbitos, mientras que 17 de esas denuncias no prosperaron por el fallecimiento del agresor. 



Las Magdalenas y las celebraciones ecuménicas como espacio de contención

Claudia Acosta vive en la provincia del Chaco, fue monja durante los ‘90 y desde 2018 forma parte de Las Magdalenas, un colectivo de feministas cristianas provenientes de diversas iglesias, territorios y trayectorias. Inspiradas en María Magdalena, se reúnen para orar, celebrar y leer juntas los textos religiosos desde una perspectiva feminista, ecuménica e inclusiva.

“Muchas veces estos actos de violencia son ejercidas desde lugares de poder hacia las personas que se acercan a los espacios religiosos. Los líderes, tanto sacerdotes, pastores, catequistas, ejercen violencias en distintos grados: simbólicas, económicas y sexuales también”, describe Claudia. “Estas situaciones se naturalizan como si fueran propias de las comunidades de fe”, advierte. Y asegura: “las teologías feministas y de liberación nos ayudan a entender que las situaciones de violencia no tienen lugar, menos en los espacios de fe, por eso desmontamos esas imágenes de un Dios que facilita, promueve o autoriza las acciones machistas”.



Con la necesidad de crear espacios para contener a las mujeres que fueron retirándose de sus comunidades de fe por las violencias vividas, nacieron las “Celebraciones Ecuménicas Feministas”. Al respecto, Claudia cuenta: “Cada mes nos planteamos un tema desde el cual orar, contemplar o mirarlo desde nuestro hoy, con el claro objetivo de sacudir algunas ideas, símbolos, imágenes, construcciones, lo que tradicionalmente hemos recibido y aprendido de nuestras Iglesias, para encontrar nuevos sentidos, resignificarlos desde nuestra fe actual”.

Luján, quien también conoce de cerca el rito feminista de las celebraciones ecuménicas, añade: “Cuando podemos decir «este no es el Dios en el que yo creo», cuando logramos vivirlo de manera comunitaria, ya no hay vuelta atrás, no queremos volver más a esas comunidades opresivas”.

Impulsadas por visibilizar esta problemática, Católicas por el Derecho a Decidir y Las Magdalenas, junto a otras organizaciones de fe y feministas, se unieron en el proyecto “Fe sin violencias”. Empezaron por instalar el debate en sus propias comunidades “para que mujeres de fe puedan reconocer estas estructuras que oprimen”. “Si bien la fe en muchos casos es utilizada como un mecanismo de subordinación, puede ser revisada desde los feminismos como un espacio de liberación”, asegura Luján. Además, con este proyecto buscan promover la inclusión de la violencia eclesiástica dentro de la Ley 26.485 de “Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres”, donde se reconocen las modalidades y tipos de violencia



Durante su papado, el Papa Francisco impulsó algunas medidas para luchar contra los abusos eclesiales que permanecían enquistados y encubiertos en el silencio de las instituciones religiosas. Aunque resultaron insuficientes para las redes de víctimas, eran pequeños avances. Ahora, con la asunción del nuevo Papa León XIV, el rumbo en este sentido aún es incierto. 

Por eso, desde las organizaciones feministas basadas en la fe continuarán tejiendo estrategias en el marco del proyecto “Fe sin Violencias”. El horizonte: seguir construyendo otras formas posibles de vivenciar la espiritualidad lejos de la opresión que caracterizó históricamente esta institución patriarcal. 

―Este artículo fue producido en alianza con Católicas por el Derecho a Decidir



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