En "La Estela", la oscuridad y la sensación de un ambiente húmedo y pegajoso nos genera una inmersión instantánea a esta tragedia griega del Litoral. La historia de una niña que no quiere perder el tiempo en la siesta y busca transgredir los espacios y reglas de un pueblo de la provincia que bordea el río Chimiray, a medida que atraviesa los espesos montes narrando sus vivencias.
Su curiosidad e impertinencia son hélice de búsqueda que remarca su autodeterminación de ser libre, pero que a la vez nos genera una sensación de orfandad de referentes afectivos, donde los que ocupan esos espacios son los pares, con los que se puede salir a jugar y compartir los códigos de travesuras y complicidades.
En diálogo con las artesanas de esta puesta en escena, Ivana Zacharski y Casandra Velázquez y un equipo artístico que acompañó la construcción del espectáculo, se refleja una pieza tragicómica que requirió una investigación extensa que da origen a esta magnífica puesta en escena. "La Estela" es una obra de teatro comenzó como pequeños relatos inconexos en una taller de dramaturgia con Santiago Loza y Andrés Gallina, quienes insistieron en la potencia de los cuentos del Litoral profundo y que luego de “destruirla y darle un giro de 180° grados”, se convirtió en la obra que podemos apreciar actualmente.

Con una perspectiva grotowskiana, que propone una pobreza de estímulos externos y se inclina por una lógica que coloca en el centro al actor, sus acciones y gestualidades, podemos apreciar esta impactante pieza con pocos elementos escenográficos, pero contundente y cotidianos que nos transportan a la realidad de la pequeña ninfa litoraleña.
Esta decisión estética y política nos llevan a recorrer distintos momentos que generan desde la sensación de flotación cuando se atraviesan momentos de imaginario de la preadolescente, hasta tensión y temor, que va desde el instante en el que se descubren las travesura, la sensación de efervescencia de la admiración a alguien o las tragedias que se cruzan en su camino.
“Ella narra al espectador, pero también se narra a sí misma y esas escenas se vuelven presentes; y con eso se genera un juego en el que narrarse es inventarse”, expresa Ivana en torno al lenguaje que traduce la actuación de Casandra sobre las tablas.
Los impulsos de la joven que van gestando un vínculo con "la Estela”, otra muchacha del barrio obrero, evidencian un lazo de hermandad y fascinación en la protagonista. Ese sentimiento ambiguo entre el miedo y la admiración, referencian a las emociones que nos provocan ciertas personas cuando se genera el proceso de identificación con nuestros pares en esa etapa de la vida. Estados que son encarnados con plena verosimilitud por Casandra de un modo hipnótico y cómico, que no solamente, ha trabajado arduamente con Iván Moshner, un reconocido actor de Misiones para permanecer en la tonada provinciana, sino que cuenta con un gran manejo del cuerpo y la expresión, llevándonos a visualizar momentos muy impactantes en cámara lenta con una precisión metódica.
La directora remarca que el título juega con el concepto de la estela que representa el dibujo que queda graficado en el agua cuando pasa un cuerpo y a la vez en esa sensación que deja la historia y las acciones e intentos por cuidarse entre mujeres. Cómo las ninfas, personajes de la mitología griega, estas mujeres representan la belleza, la juventud y la protección del río al mismo tiempo que se resguardan y defienden frente a las asperezas de la vida y del monte.
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