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ELA presentó un informe sobre política y feminismo: ¿en qué piensan las jóvenes de Argentina?

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El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) presentó el informe “Seguir militando: juventudes, feminismos y política en tiempos adversos”, un documento elaborado por Micaela Cuesta y Ramiro Parodi y Ximena Cardoso Ramírez. Una recopilación de voces que busca entender cómo las jóvenes habitan la política en un contexto adverso, marcado por la precarización de la vida, la exposición constante en redes, la fragmentación de los espacios colectivos y el creciente desencanto con las instituciones democráticas y la representación tradicional.

Este informe recopila los testimonios de 15 mujeres jóvenes vinculadas a diferentes espacios de militancia (barriales-territoriales, comunitarios, religiosos, centros de estudiantes secundarios y universitarios, organismos de derechos humanos, activistas ambientalistas, pueblos originarios) con el objetivo de conocer que piensan, que hacen y como se posicionan frente a la coyuntura actual marcada por el aumento de la violencia institucional, la instalación de fake news y la legitimación de los discursos de odio de la mano del gobierno de Javier Milei.  

Uno de los aportes más sólidos del informe es la lectura generacional de la pandemia como un punto de ruptura subjetivo y político. El Covid-19 no solo interrumpió rutinas y formas de sociabilidad, sino que produjo un “adormecimiento político”, que se manifestó a través del resentimiento, la apatía y un desmejoramiento generalizado de la salud mental. 



Las jóvenes entrevistadas interpretan estos efectos como la imposibilidad de tramitar colectivamente el sufrimiento, lo que debilitó la participación política y habilitó la proliferación de discursos antipolíticos. La pandemia funcionó así como un  punto de inflexión que reconfiguró la relación con la democracia, con la pérdida sustantiva de referentes políticos y, a su vez, potenció, mayormente en los varones, el acercamiento a  discursos conservadores de derecha, de la mano de líderes emergentes como Agustín Laje y el que sería, tiempo después presidente, Javier Milei. 

El documento profundiza, además, en un aspecto clave: el malestar democrático como experiencia generacional. Las jóvenes reconocen que este sistema democrático es incapaz de garantizar derechos materiales básicos: vivienda, empleo, autonomía y tampoco ofrece referentes políticos creíbles. En sus relatos aparece la idea de una democracia que no “cumple su promesa” y, como consecuencia de ello, genera ansiedad, frustración y una dificultad marcada para imaginar futuros colectivos. Este desfondamiento simbólico convive con prácticas de politización dispersas, que encuentran más fuerza en lo afectivo y en lo comunitario que en las estructuras partidarias tradicionales.

Hay también una sección autocrítica que enriquece el análisis, que pone en discusión prácticas emergentes como los escraches, las tensiones entre feminismos “blancos” y feminismos territoriales, y la “politización asimétrica” entre mujeres y varones jóvenes. Mientras las mujeres encontraron en el feminismo categorías y espacios para procesar sus malestares, muchos varones quedaron por fuera de estos procesos, generando brechas que luego fueron encontraron su cauce en la materialización de discursos reaccionarios.

Sin embargo, en contracara de los malestares, emerge con fuerza un núcleo de sentido positivo: el feminismo como motor de politización, aprendizaje y pasiones alegres. Para muchas de las jóvenes las marchas, los espacios de formación y la lucha colectiva, especialmente en torno a la legalización del aborto, constituyeron experiencias que enseñaron a militar, a enraizar comunidad y a transformar el miedo en potencia. 

“Me acuerdo que aprendí lo que era una marcha; era un montón de mujeres cantando felices con brillos en la cara. Y me acuerdo que no tuve miedo en ningún momento de la marcha”, dice una militante estudiantil secundaria, quien fue entrevistada por el equipo de ELA. 



El feminismo aparece como la principal fuente contemporánea de politización juvenil femenina y como un espacio donde se ensayan nuevas formas de organización basadas en el cuidado, la horizontalidad y el resguardo de los afectos.

Finalmente, el texto aporta una reflexión esperanzada: aun sin grandes utopías ni horizontes épicos, las jóvenes siguen militando. Encuentran en la militancia vínculos, aprendizajes, contención y la posibilidad de disputar sentidos y construir micro transformaciones. La política no desaparece: cambia de escala, de formato y de lenguaje. Inclusive en tiempos adversos, persiste una voluntad de sostener lo colectivo, de resistir y de imaginar futuros posibles, aunque sean austeros y cotidianos.

Seguir militando: juventudes, feminismos y política en tiempos adversos constituye, así, una brújula para pensar la democracia desde las experiencias concretas de quienes hoy habitan el umbral entre el desencanto y esperanza. Su fortaleza reside en indagar como operan las dinámicas actuales en los espacios políticos, darle centralidad a las voces de las jóvenes y echar luz sobre aquellas históricas tensiones de género y el papel fundamental del feminismo como trama afectiva y política. 



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