Mi Carrito

Una reflexión sobre el doble femicidio, las denuncias falsas y los antifeministas

Pablo Laurta, doble femicidio y falsas denuncias
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Pablo Laurta fue detenido el domingo por el femicidio de Luna Giardina, su expareja, y de Mariel Zamudio, su exsuegra. La Policía de Córdoba lo encontró en el comedor de un hotel, mientras intentaba escapar con su hijo secuestrado a Entre Ríos. El femicida resultó ser el creador de la cuenta "Varones Unidos", un perfil utilizado para hablar de denuncias falsas, de "ideología de género" y de los derechos del hombre frente al avance de los movimientos feministas.


Después de un doble femicidio, después del secuestro de un niño, después de que el acusado intentara escapar, después de todo eso estamos acá para hablar, una vez más, del mito de las falsas denuncias y la doble violencia que producen. 

Hoy es el caso de un violento, de un misógino como Laurta, pero antes hubo otros. Porque no son casos aislados, porque no son loquitos (con el perdón de los locos) que se les fue la mano, que no sabían lo que hacían. Hablamos de mecanismos sociales para el disciplinamiento de las mujeres, lesbianas, travestis y trans, hablamos de la cultura de la violación y el abuso como sometimiento político, como micropolítica del poder que se inscribe sobre nuestros cuerpos. 

Ya lo hemos dicho, pero parece que es necesario decirlo una vez más: las mujeres sufrimos un genocidio por goteo.  

Por supuesto que el caso de Laurta trae algunos elementos de esta época. Laurta no era solo un violento y un misógino, es además un militante anti-feminista. Alguien que en esta época ha encontrado que su antifeminismo estaba de moda, que estaba bien visto, que era legitimado y fogoneado desde el Presidente de la Nación hasta sus ideólogos. Con esto no queremos decir que Laurta mató y mató dos veces por las cosas que dice el presidente. No es tan lineal la vida social y es posible que Laurta lo hubiera hecho de todos modos. Porque ha fallado el Poder Judicial antes las denuncias de Luna, porque el Estado ha retirado y desmantelado todas las instancias de cuidado, prevención y acompañamiento. Sin embargo, hay algo que sabemos y es que tipos como Laurta han encontrado hoy legitimación, han encontrado discursos públicos que alimentados de odio habilitan (y pregonan) la agresión, la violencia y la persecución. 



En 2015 desencadenamos un proceso irreversible. Desde ese primer Ni Una Menos, el feminismo se ha vuelto popular, masivo, plural, profundo y federal. Se ha vuelto una red de pertenencia, una identidad política y una forma de hacer comunidad. Hemos discutido todo y en todos lados. Hemos transformado cada cosa que tocamos. Claro que todo esto no fue gratuito ni exento de consecuencias. 

Los varones violentos, los pedófilos y los abusadores también se organizan. Ha sido una reacción, la reacción conservadora y misógina, al desarrollo de las fuerzas de un feminismo de masas. Así han nacido organizaciones como Varones Unidos o el Observatorio de Falsas Denuncias que buscan, en un mismo movimiento, deslegitimar la lucha feminista y conseguir impunidad para sus actos. 

No falla: si habla de denuncias falsas es un violento que busca impunidad. 

Han construido una narrativa en la cual son perseguidos por mujeres malas, malísimas, que quieren arruinarles la vida inventando cosas que no son ciertas. Para eso, según la lógica de los varones violentos, las mujeres se exponen a ellas mismas y a sus hijos, supuestamente, con el único objetivo de atacar a estos varones inocentes. 

Como decíamos al principio, el mito de las falsas denuncias produce una violencia doble. Por un lado, deslegitima a las madres protectoras y las mujeres que luchan, las persigue, las criminaliza, las revictimiza. Pero, a la vez, por otro lado, genera la violencia de la impunidad y la falta de actos de justicia reparadores. Hoy sabemos de casos en los que con un Poder Judicial cómplice, las mujeres que denuncian terminan presas o aisladas de sus hijos, y los abusadores y pedófilos absueltos. 

Hay un movimiento típico por parte de quienes ejercen violencia que es el de convertir en victimaria a la víctima. Lo hemos visto miles de veces, lo hemos tenido que soportar miles de veces. Y en esta estrategia se monta el artilugio de las falsas denuncias. Los varones violentos exclaman: “Yo no violé, no abusé, no pegué, no perseguí. Ella inventó todo. Yo soy la víctima”. 

Solo para tener una idea, según el informe 2024 de ONU Mujeres apenas 1% son denuncias falsas en casos de abusos sexuales. Un número insignificante. 


Podés leer más en: Un cartel gigante que diga: "Nadie te va a creer"

Sigamos un poco más con la evidencia científica: de cada mil situaciones de abuso, sólo cien se denuncian y una recibe condena. Vamos de vuelta: de cada mil situaciones de abuso sexual a niñeces solo una termina en condena y un acto de justicia reparadora. La inmunidad y la impunidad reinan. 

Hoy los sectores más rancios y violentos de la derecha argentina levantan las banderas de las falsas denuncias, pero en realidad levantan las banderas de la pedofilia y los abusadores. Desde la diputada Lemoine hasta la senadora Losada con sus proyectos para condenar a las mujeres que denuncian, pasando por la destrucción de las políticas públicas que prevenían, asistían y acompañaban estos, podemos observar una voluntad política de blindar a los pedófilos y abusadores al mismo tiempo que se persigue a las mujeres, se desalienta que busquen justicia y criminaliza su práctica. 

Como señala ELA en su informe Herramientas para el acceso a la justicia con  igualdad: “Darle centralidad a las denuncias falsas es una forma de desacreditar a las mujeres y sembrar sospechas donde hay miedo. Denunciar no es gratis: implica exponerse, perder trabajo, romper vínculos y enfrentarse al sistema”. 

Seamos claras. Varones Unidos, Observatorio de Falsas Denuncias, los discursos de Milei, la batalla cultural de Laje hijo, los proyectos de Lemoine y Losada, buscan una sola cosa: reproducir la violencia y la dominación machista con total y absoluta impunidad. 

No hay en toda esta reacción conservadora un ápice de igualdad, de justicia, de libertad, de dignidad. Son ataques directos a las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Y a las niñeces. Todxs ellxs tantas veces convertidos en objetos de violencia, en mercancias utilitarias, en cuerpos descartables, en vidas que no importan. 

¿Pero sabe qué? Sí nos importan a nosotras. 

Y acá estamos para resistir. 

Para imaginar un futuro feminista. 

Para hacer una comunidad.  

Feministas siempre. 

Feministas más que nunca.



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