Ana Clara Tarquini es una activista por donde se la mire. Diseñadora de indumentaria, oriunda de Cañada Rosquín, Santa Fe, pone en acto su labor de enseñar costura, la invitación a pensar y hacer de otras maneras. La potencia de lo que la confección propia puede construir: hilvanes donde ensayar y errar, márgenes donde reparar y encuentros colectivos donde tramar comunidad.
Anita Q, como se llama en redes, es una diseñadora que, inquieta sobre el mundo de lo textil, recorrió el camino del diseño de indumentaria hasta arribar a consignas en torno a la moda lenta, al “hacelo vos misma”, “descolonizar nuestros armarios” y el “reparar como acto de rebeldía”. “Hoy en día, mi trabajo se centra en empoderar a las personas a través de la costura y la creación de ropa. Quiero transmitir la idea de que la moda puede ser una herramienta para la autoexpresión y la creatividad, y no sólo una forma de consumo y materialismo. A través de mis talleres y redes sociales, busco fomentar el hacer y el empoderarse haciendo uno mismo, y crear una comunidad que valore la sostenibilidad y lo colectivo", manifiesta a Feminacida.
La moda lenta como propuesta para ir a contrapelo del hiperconsumismo, de la individualización y el “sálvese quien pueda” e incluso habilitando revisar la lógica de cuerpos uniformes, sostiene el crear como refugio para armar mejores futuros. Actualmente las llamadas “bolucompras”, las redes sociales con la permanente oferta de productos y la venta de maneras de ser o vivir (contenido del estilo lifestyle) empujan a consumir sin pensar. Sin reparar en lo que se compra, en qué se paga o en el impacto que eso tiene en nuestros suelos, en la calidad del agua, del aire, del impacto en la fauna y flora, y el planeta. Un consumo amnésico y sin propósito. La moda y las preguntas sobre cómo vivimos, pueden ir de la mano, justamente donde las manos se ponen a crear nuevos futuros.

Hilvanes para lo colectivo
Tomar un lugar activo es distinto al lugar pasivo que proponen las industrias: textiles, del entretenimiento, de alimentos, y esto devuelve la pelota para poder elegir, y tomar cartas en el asunto de lo que nos corresponde en este juego. Dice Anita: “En un mundo que nos bombardea con mensajes de consumo y materialismo, es fácil perder de vista nuestra capacidad humana de crear y hacer cosas con nuestras propias manos. Sin embargo, cuando descubrimos que podemos hacer algo con nuestras propias manos, podemos descubrir un talento propio y mejorar nuestra autoestima”. El poder pensar en estos temas, es como un ejercicio activo que pone en marcha motores: de vida, de demora, de memoria y de resistencia. Crear como un lugar activo donde se puede hacer y se puede cambiar la forma en que vivimos. El “hazlo tu mismx” logra agujerear el bastión de la moda exclusiva/excluyente.
Hace poco fue noticia que en Francia el Estado preparó medidas para intervenir las industrias de la “moda urgente”, acelerada o “ultra fast fashion”, que generan desechos y promueven el hiperconsumo indiscriminado. Medidas como esta hacen pensar en qué funciones pueden tomar los estados frente a estos excesos. En esta época, la costura aparece como un salvavidas para volver a relanzar eso que lo financiero desconoce y suprime: el deseo y la vida. Según Anita Q, “no solo se trata de hacer cosas, sino también de conectar con otros y construir un futuro común. Al crear espacios de encuentro y compartir experiencias y conocimientos, podemos fomentar la solidaridad y la colectividad, y trabajar juntos para crear un futuro más justo y equitativo”. Volver a lo manual.
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El sentido de por qué se hace lo que se hace, tiene una vuelta de rosca con su propuesta. No es hacer por hacer, ni hacer para consumir. Ella propone “Crear, Conectar, y Construir” como “forma de resistencia y empoderamiento en un mundo que nos quiere consumidores y aislados.” Y agrega: “Al crear algo con nuestras propias manos, conectar con otros y construir un futuro común, podemos descubrir nuestra capacidad humana de crear y hacer cosas que tengan significado y propósito para todes”.
Corte y confección: descolonizar y hacerlo artesanal
Revalorizar lo artesanal es invitar a un enfoque local, argentino y que, a la vez, deja entrever cómo la industrialización y el hiperconsumo recubren lógicas de explotación. Explotación de personas en condiciones precarias de trabajo, con sueldos mínimos a la vez que ganancias enormes por parte de las marcas. También explotación de los medios naturales por los insumos y los desechos. La industria fast-fashion y las compras de artículos ahora con envíos internacionales tienen impacto en las personas y en el medio ambiente. ¿Qué valor a lo artesanal entonces? Ana Tarquini comparte: “Quiero destacar que hacerlo lleva tiempo, paciencia, esfuerzo y procesos, pero que también es una forma de empoderamiento y creatividad. Al valorar el esfuerzo y la creatividad que se pone en cada pieza, podemos apreciar mejor lo que tenemos y lo que compramos.”
Y explica que “en Argentina, es importante destacar el valor del trabajo local y artesanal en la industria de la moda. Detrás de cada emprendimiento y marca nacional, hay muchas familias y personas que dependen de este trabajo. Apoyar y fomentar el trabajo local, no solo es importante por la economía, sino también por la preservación de la cultura y la identidad”.
Esto resulta de especial interés e importancia en un país que está atravesando una crisis económica importante, donde la mayor parte de las familias argentinas están endeudadas. Es decir, lo artesanal como otro modo de circulación económica que favorece a las familias de la comunidad, a vecinas y vecinos, cuestión que es diferente que consumir productos o servicios de cadenas que suelen encarnar a los grandes capitales internacionales (que además participan en jugadas financieras con consecuencias directas en la calidad de vida de las personas).
“Creo fuertemente en que debemos ser conscientes y crear conciencia en los consumidores sobre los problemas de la moda rápida. Desde mi lugar, siempre intento fomentar la idea de que la mejor ley anti-fast fashion comienza descolonizando nuestros armarios. Esto significa apoyar negocios locales, usar y reutilizar la ropa que ya tenemos, comprar segundo mano, donar ropa que esté en buen estado y por último proteger nuestra ciudad, a nuestros vecinos, cuidar nuestro cuerpo y ambiente”, aporta la diseñadora.
De los patrones al feminismo
La costura tiene una fuerte historia con lo femenino. A lo largo de la historia la costura se construyó como una labor doméstica de las mujeres, algo que se hacía en el hogar, que tenía relación con los cuidados de la familia, que ayudaba a la economía familiar en tanto se reparaba la ropa o se hacía algo de ingreso de dinero con ello. Anita sostiene que el feminismo y la moda lenta tienen una relación natural, orgánica. Cuestionan los patrones hegemónicos, de belleza, de cuerpos, de estatus, de maneras de ser y habitar el mundo. Se preguntan por los impactos de lo que se hace y de cómo vivimos, la sustentabilidad, la relación con la naturaleza y los recursos, la crítica a la explotación sea de personas como de materias. Tienen de la mano la cuestión del cuidado y de lo femenino histórico. También en la posibilidad de elegir. Elegir cómo vestir, qué consumir, cómo consumir, qué mundo se desea, qué prácticas se apoyan. Elegir desde lo micropolítico en conexión con lo macropolítico. En este sentido, se encuentran en una íntima relación entre el pasado, la historia y lo actual. A contramano de lo rápido, el ejercicio de la memoria para pensar el futuro.
Vivimos en un contexto acelerado, donde el trabajo ocupa cada vez más lugar, tiempo y energía. Donde el pluriempleo, en especial para las feminidades, es moneda corriente sosteniendo varias actividades a la vez (tareas de cuidado de infancias, personas mayores, varios trabajos a la vez, la informalidad, la precariedad en términos de empleos irregulares o incluso independientes como monotributistas, por ejemplo, en nuestro país).
Esto se sintomatiza en los cuerpos, en la salud y en el cansancio. La pregunta de cómo se puede hacer para hacer lugar a estas prácticas de demora, de creación, que van a contrapelo de acelerarse es una pregunta y una apuesta a sostener. Sobre esto, Anita comparte su perspectiva: “En un contexto acelerado donde el trabajo ocupa cada vez más lugar, tiempo y energía, es fundamental encontrar formas de resistir y crear espacios para la reflexión y la acción. Para mí, la consigna ‘reparar es un acto de rebeldía’ significa que, en un mundo que valora la velocidad y la producción en masa, reparar y crear con nuestras propias manos es una forma de desafiar el status quo.” Y a propósito de esto comenta, lo que observa en sus clases de taller de costura en Rosario, cuando las personas se reúnen en la semana para coser. “Es increíble el impacto que puede generar en las personas cuando se sienten acompañadas y apoyadas. Las cosas cobran sentido y no te sentís tan errado. Conectarte con otros es esencial para seguir adelante y para crear sentido de comunidad y pertenencia”.
Hay micropolítica en lo doméstico y en lo artesanal. En apostar a lo comunitario. En generar lo colectivo, en armar superficies amables, espacios alojadores donde encontrarse, en participar de instituciones, espacios, nudos donde circula construcción de conocimiento y pensamiento.
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Del molde al libro
Hace poco, Anita Q publicó su primer libro gracias a un programa de la provincia de Santa Fe llamado "Espacio Santafesino", que financia proyectos de la industria cultural local.
La "Guía Básica de Costura" tiene una propuesta especial. Su escritora lo pensó no sólo como un material de apoyo con lecturas y gráficos para ayudar a principiantes a que se animen a coser, sino como un objeto que pueda trascender lo común. Se abre como un espacio posible donde escribir experiencias singulares y que a la vez, pueda traspasar generaciones, como la costura de nuestras antepasadas a nosotrxs.
“Quería crear un libro que fuera como un libro de recetas de cocina, pero versión costura. Me pareció interesante hacerlo interactivo, donde cada persona pudiera completarlo con su propia experiencia y descubrir nuevas formas de hacer algo con las herramientas que tengan a su alcance. Al escribir sobre lo que aprendemos, nos damos cuenta de que tenemos un conocimiento, que este se construye y puede hacerse de manera compartida”. Lo describió como un libro que a su sobrina pequeña le encantó el libro. ¿será acaso, otro indicador de que este camino es muy vital?
Coser un cierre
Anita propone y enrola el activismo desde la micropolítica y el taller: un espacio donde lo íntimo y lo privado florecen en lo común y lo colectivo, en las diferencias, las miradas diversas y los errores, la salida del encierro individualista, mental, consumista, a un horizonte donde la demora permite encontrarse con el precioso acto de crear: “La creación desde lo colectivo puede ser una herramienta poderosa para empoderar a las personas y crear un sentido de comunidad y propósito. Al crear algo con nuestras propias manos, podemos encontrar significado en las cosas que hacemos y valorar lo simple y lo auténtico”.
Reparar, puede ser arreglar algo roto, estropeado. Se define en diccionarios con distintos verbos y sentidos: remendar, remediar, restablecer las fuerzas. Mirar con cuidado, notar, advertir algo. Atender, considerar o reflexionar. Pararse, detenerse o hacer alto en una parte. Contenerse. Ser contenida en algo que aloja. Reparar el sentido, cuando el sentido mismo es arrasado. Demorarse en la costura no es algo ingenuo o funcional al servicio consumo amnésico, y es así que entreteje mucha potencia: porque reparar para una, puede ser reparar para todes.
