—No les importa nada, van por todo, pero no por mí. Se los dije una vez antes de irme como Presidenta: no vienen por mí, vienen por ustedes, por los salarios, los derechos de los trabajadores, de los jubilados, del endeudamiento. Vienen y vinieron por eso.
Vaya si era cierto. Hace tres años, el 1 de septiembre de 2022, algo cambió para siempre en la historia argentina. Un consenso democrático se quebró. Quizás un adelanto, una muestra de lo que vino después. Intentaron matar a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Pero no sólo eso, intentaron matar a la principal líder política para gran parte de la sociedad de las últimas décadas, quien con aciertos y errores, junto a su compañero, dio vuelta la historia política de nuestro país.
El contexto en ese momento era complejo, se estaba desarrollando el juicio por la causa "Vialidad", que tenía a Cristina como una de las principales acusadas y era el primer juicio oral y público al que llegaba. Tanto el alegato acusador, pronunciado por los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, como la defensa de Cristina fueron transmitidos en vivo. Este proceso terminó con los fiscales pidiendo 12 años de prisión para la máxima referente del campo nacional y popular por asociación ilícita y administración fraudulenta.
Desde su cuenta de Youtube, Cristina hizo su “derecho a defensa”, donde habló de lawfare, de falta de pruebas, de vínculos entre fiscales y jueces de la causa que jugaban al fútbol en la quinta de los abrojos (la de Macri).“Por qué nos piden 12 años, uno por la memoria, el otro por la verdad, otro por la justicia. Otro por el Fondo, otro por las AFJP. Otro por YPF y Vaca Muerta. Otra por el desendeudamiento. Otro por el salario de los laburantes. Cuando me fui, los laburantes se llevaban el 51,8% del PBI y el resto era de los empresarios, y ahora ni hablar de cómo estamos. Por eso me van a estigmatizar, por eso me van a condenar, y les quiero decir algo. Si naciera 20 veces, 20 veces haría lo mismo”, dijo.
Con esto Cristina dejó en claro dos cosas: que el poder judicial la juzga en tanto garante de los derechos de las mayorías y que se consagró como la “mala víctima”, algo que las mujeres sabemos bastante. Para el poder judicial (o partido judicial) y para el poder económico concentrado que durante años y años hostigó desde los medios de comunicación su liderazgo, Cristina no fue nunca una “víctima”. Aun cuando se trató del atentado a su propia vida.
De lo ocurrido ese 1 de septiembre no hace falta decir mucho más. Vimos casi en cadena nacional como Sabag Montiel apuntó y disparó a Cristina. Vimos y escuchamos cómo muchos quisieron minimizarlo. Vimos cómo gran parte de la sociedad argentina repudió, cómo muchos miraron para otro lado y cómo una sola dirigente NO repudió el hecho. Patricia Bullrich. Porque como dice Cristina: “todo tiene que ver con todo”.
La doble vara del Poder Judicial
Desde un primer momento la investigación de la causa se puso brumosa, la falla en la cadena de custodia del celular de Sabag Montiel que terminó con la información borrada, la demora en la investigación de las pistas que vinculan a un diputado del PRO (Milman, muy cercano a Patricia Bullrich) y sus asesoras en el hecho, la negativa a investigar a autores intelectuales vinculados a las empresas Caputo o a Revolución Federal fueron desestimadas o separadas de la causa y cursan investigaciones en otros tribunales.
Cristina y sus abogados repitieron innumerables veces su inconformidad con la jueza, con la investigación y con su direccionamiento hacia un grupo de tres acusados desvinculados de toda participación política que actuaron en soledad. No obstante, en el primer tramo del juicio la fiscalía solicitó que se incorpore el agravante por violencia de género y violencia política. La perspectiva de género a la hora de abordar hechos (sobre todo de esta magnitud) es fundamental. Si una dirigenta política con la relevancia que tiene Cristina, con el tratamiento mediático que tuvo el caso no recibe justicia, ¿qué pueden esperar las argentinas que en cada barrio pidieron una perimetral para no tener que padecer a su agresor? ¿Qué le queda a cada mujer que espera que se investigue y se las proteja?
El rol orquestado del poder judicial, de los medios de comunicación y del poder concentrado siempre fue el mismo: disciplinar. A la dirigencia, en especial a las mujeres, pero a todas aquellas que se atrevan a poner el cuerpo y defender las causas por las que creen.
Ese poder que no casualmente en las notas de los diarios se anticipa sin metáfora: “La bala que no salió y el fallo que sí saldrá”. Así, se unía el hecho del intento de asesinato con lo que vino después que es la condena por la causa vialidad. Condena que ya se había hecho públicamente. A Cristina en los medios de comunicación ya la habían juzgado. Cristina hoy está presa.
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Nombrar: magnifemicidio
Magnifemicidio es la calificación de expertas de la OEA sobre el atentado a Cristina. En 2023 ella misma le entregó un informe sobre el intento de asesinato que sufrió y otros casos de "violencia política" al Comité de Expertas de la Convención de Belem Do Pará de la OEA.
La Ley N° 26.485 de protección integral a las mujeres, sancionada en 2009, incluye 10 años después a la violencia política como “aquella que a través de diferentes medios, impide o limita el desarrollo de la vida política, desalentando o menoscabando el ejercicio público y político, en cualquier espacio donde ésta se desarrolla, como instituciones estatales, partidos políticos, organizaciones sociales, medios de comunicación, etcétera”. Desde esa perspectiva, se puede concluir que Cristina fue víctima directa de violencia política por motivos de género, donde su identidad y condición de mujer se conjugó con su rol de líder de un proyecto político que buscó disputar los privilegios que ostentaban determinados poderes fácticos, con la intención de ampliar la ciudadanía real a partir de una equitativa redistribución de la riqueza.
Al respecto decía Dora Barrancos: “El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner fue un magnifemicidio. En este caso está maximizada la configuración de lo que podría ser un centro, un blanco para el depósito de todas esas concentraciones y galerías odiantes de la misoginia patriarcal". Según la socióloga, Cristina sobresale, es una acrisolada convencida de la justicia social, tiene coraje y se atreve; "tres dimensiones que la hacen particularmente intolerable para estas fórmulas de agresión tan brutales".
Esto no es novedoso, nadie podría asombrarse de la escala de violencia si miramos para atrás. Hoy tenemos a los principales referentes del gobierno que piden “cárcel o bala” para militantes kirchneristas, o insultan abiertamente sin creer que eso tenga ningún costo. El camino de la violencia que las mujeres también conocemos. Fueron de a poco corriendo el límite.

Movimiento nacional, popular, democrático y feminista
Somos parte de un movimiento nacional, popular, democratico y feminista que a lo largo de su historia estuvo atravesado por el uso de la violencia política para coartar su participación y este ejercicio de la violencia tuvo sus implicancias distintivas hacia la participación política de las mujeres.
Se pueden mencionar varios que van desde quienes celebraban el cáncer de Eva, la manipulación de su cuerpo post mortem, la persecución a las primeras legisladoras elegidas por el voto femenino -es bueno recordar que Eva no sólo garantizó el voto sino la posibilidad de que las mujeres en la misma elección puedan ocupar cargos de representación; un fenómeno que no se dio en ningún otro lugar de latinoamérica-, la violencia que sufrieron específicamente las mujeres durante la dictadura -que según la CONADEP fue el 30% de las victimas de terrorismo de Estado-. La violencia que las atravesó en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio fue específica y sistemática. Abusos sexuales, violaciones, agresiones verbales, amenazas, desnudez forzada, embarazos no deseados, abortos producto de la tortura, partos clandestinos, separación y apropiación de sus hijes y esclavitud sexual fueron algunas de las formas particulares que adquirieron estas violencias.
Un caso más contemporáneo y bien simbólico es la detención de Milagro Sala en enero de 2016. Un hecho machista, racista y la punta de lanza del lawfare en nuestro país. Como a Cristina, a Milagro la persiguen por mujer, por coya, por peronista y por lo que hizo, por haber enfrentado al poder construyendo derechos para su pueblo.
Algo está claro: hay una exacerbación de la violencia cuando las mujeres fueron ocupando espacios que no le eran propios, donde “no debían estar”, pero fundamentalmente cuando esas mujeres encarnaron la defensa de los intereses de las grandes mayorías.
Y después: Cristina.
No decimos nada novedoso si hablamos de las tensiones que hubo entre los gobiernos kirchneristas y el movimiento feminista. Cabe decir, no un movimiento con la masividad y popularidad que tiene hoy en día, ni con la efervescencia que tuvo principalmente desde 2015 con la irrupción de ni una menos hasta la pandemia (como para hacer un corte) pero no fue durante los 12 años un lugar desde donde Cristina enuncie. Sin embargo sabemos todo lo que se avanzó en materia de derechos para mujeres y el colectivo LGBTIQ: solo para mencionar algunos: Ley de Matrimonio igualitario, Ley de identidad de género, moratoria previsional, AUH, ley de trabajadoras de casas particulares, Ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, el programa “Ellas Hacen” y un montón de otras políticas que transformaron sustantivamente la vida de muchos, muchas y muches. Pero creo que todavía no somos conscientes de lo que implica como generación ser contemporáneas a una figura como la de Cristina.
Cristina: la que nunca participó de una asamblea feminista pero más nos enseñó de representación política. La hija de la ley de cupo femenino. La que no levantó el pañuelo verde pero más votos aportó para que sea ley la interrupción voluntaria del embarazo, la que llevó a China a senadores opositores para que salga la ley de matrimonio igualitario. Esa es Cristina. La del hacer, la que discute, la de la realidad efectiva. La que no quiere quedarse en discusiones sectoriales sino que habla de cara a la sociedad. La que abraza las contradicciones y las reconfigura. La que siempre supo que las formas no eran el problema. La que aprende de sus compañeras, de su hija y nietas. La que más representa las necesidades de nuestro pueblo. La que nos enseñó con el ejemplo que el poder no se mendiga, se disputa y se ejerce. Que hay que representar sin abandonar lo que somos. Nos enseñó que el feminismo que no quiere transformar la realidad, es otra cosa. Que feminismo es querer para todos, todas y todes, no para una. Nos enseñó que hay que poner el cuerpo siempre. Que al poder se lo mira de frente, incluso desde un balcón. Que ser felices es nuestra única revancha y que más temprano que tarde el sol siempre sale.
