Cuando en 2006 Nora Dalmasso fue asesinada en su casa de un barrio privado de Río Cuarto, en Córdoba, los medios masivos de comunicación hicieron estallar el caso por todos lados. Que si era rica, que si tenía amantes, que si era puta, que si era swinger. Las circunstancias del crimen no estaban claras, pero todo aquello que lo rodeaba eran elementos que la prensa se encargó de convertir en ingredientes para armar una telenovela. Una mujer rubia, reconocida por su belleza. Una familia modelo con cierto poder adquisitivo. ¿Infidelidades? ¿Sexo y poder? Un pueblo chico y un infierno grande.
A la prensa parecía interesarle más encontrar paralelismos entre este caso y el asesinato de María Marta García Belsunce, ocurrido en el country El Carmel. Los medios transformaron a Nora Dalmasso en “Norita”, la femme fatal del country, y a su muerte, en un drama “de gente rica”. Todo el mundo tenía algo para decir pero nadie sabía quién la había matado. A Nora la encontraron estrangulada la mañana del 27 de noviembre de 2006 y, desde entonces, su historia no tiene fin ni justicia.
A veinte años del caso, repasamos la cobertura mediática de la época para analizarla en su contexto pero desde un presente, ¿distinto?

Las mil muertes de Nora Dalmasso: historia de un morbo mediático
La plataforma Netflix estrenó en junio de este año Las mil muertes de Nora Dalmasso, un documental dirigido por el periodista inglés Jamie Crawford que se propone revisitar el crimen y exponer dos aspectos clave. Por un lado, la investigación policial desprolija signada por una sucesión de fiscales que interpretaron (y reinterpretaron) la evidencia pero que nunca parecían tener conclusiones contundentes. Por otro lado, la cobertura mediática del caso y su impacto en la construcción de una opinión pública -un juicio paralelo de la sociedad- sobre Nora Dalmasso y su familia.
Sobre lo primero no ahondaremos demasiado: lo cierto es que el documental no termina de dar cuenta de una exposición clara de los hechos ni de los avances de la causa en los últimos años. Sin embargo, sí logra recrear el clima de la época y rastrear cronológicamente la cobertura sensacionalista y revictimizante por parte de los medios. Crawford, que vivió 10 años en Río Cuarto, contó en varias entrevistas que quiso “mostrar quién era realmente Nora Dalmasso” y denunciar que fue “un femicidio transformado en una telenovela”.
Para ello, en el documental trae a un primer plano los testimonios de Facundo, Marcelo y Valentina Macarrón y les da la voz que nunca tuvieron. Sentado en un sillón y con lágrimas en los ojos, Marcelo Macarrón sentencia: “A Nora la mataron mil veces con mil historias”. ¿En qué momento un crimen se convierte en un show destinado a entretener a las masas? ¿Qué responsabilidad tiene el periodismo?
Desde los primeros comunicados de prensa, los medios explotaron la idea de un "crimen sexual": se difundieron rumores sobre prácticas eróticas y la infame hipótesis del "juego sexual", en alusión a un cinto de una bata como presunta arma homicida. Como ejemplo de titulares, cabe recordar algunos como: “La historia de una reina de la belleza con final trágico. Sólo vestía ropa de marcas exclusivas y era el centro de atención de todas las fiestas” (Clarín, 03/12/2006); ”Cuando el placer se logra con extrañas prácticas” (Infobae 6/12/2006); “Caso Dalmasso: "Nora era muy seductora naturalmente" (Infobae 22/11/2007); “Caso Dalmasso: pedirán a amigas que revelen nombres de los amantes de la víctima”, (Ámbito, 27/01/2007. Todos centrados en Nora, todos estigmatizantes e hipersexualizantes. Ninguno evidenciando algún tipo de respeto.
La prensa no tuvo escrúpulos al momento de delinear los perfiles de Nora y su familia (su hijo Facundo, su hija Valentina y su esposo, ahora viudo, Marcelo Macarrón). De la noche a la mañana, estas personas fueron convertidas en personajes con vigilancia permanente, cuyos rasgos eran analizados y debatidos a toda hora en los principales medios de comunicación del país. La caracterización de Dalmasso como una mujer bella y rica, que (supuestamente) hablaba con soltura de sexo y tenía amantes pone el foco en la revictimización de una mujer asesinada por sobre la búsqueda de la verdad y la justicia. Los medios acusaban a la familia de no se mostrarse “lo suficientemente afectada” por el asesinato. El documental es efectivo en mostrar esta persecución periodística a la familia: desde fotógrafos interceptando visitas al cementerio hasta hacerle una cámara oculta a Facundo a la salida de su facultad, todo valía para obtener un detalle nuevo que genere picos de rating en los noticieros.
El femicidio como entretenimiento de las masas
En 2007, la periodista cordobesa Denise Audrito publicó en el diario La Voz el texto “¿Nuestro ADN?”, uno de los pocos materiales de la época que ensaya una problematización o reflexión sobre la cobertura mediática y el morbo que rodeaba al caso. “No era rica. No vivía en un country. No era una empresaria. No tenía 18 amantes. No practicaba el juego de la olla. No era swinger. No sabemos si Nora Dalmasso se quería separar, si esperaba a alguien, si tuvo sexo consentido, si murió en la cama, si sabía algo de más… Nos dicen que la pudo haber matado un obrero, un poderoso; que su hijo está manchado con sangre”, escribió. Este texto y su testimonio se incluyeron en el documental de Netflix como contrapunto al resto de la cobertura.
En diálogo con Feminacida, Audrito comenta que las noticias del crimen “se consumían como una novela por entregas. Nora era la víctima y se la juzgó”. Según escribió en aquellos años, “se husmeó en su intimidad y en su mundo, como si hubiera allí un motivo para justificar su femicidio. También su hijo fue imputado y víctima de una brutal discriminación”.
Ya lo dijo el filósofo alemán Theodor Adorno a mediados del siglo pasado: una de las estrategias de dominio de la industria cultural es la construcción de estereotipos como elemento indispensable para organizar y anticipar las experiencias de la realidad social que lleva a cabo el individuo. El retrato de Nora y su familia se ajustaba sin lugar a dudas a un estereotipo fácil de digerir para los sujetos manipulados por la industria cultural. “Cuanto más obtusa y complicada se torna la vida moderna, mayor es la propensión de las personas a apegarse a clichés que parecen conllevar un cierto orden en lo que de otra forma sería incomprensible”, sentenció Adorno.
¿Era esta una estrategia para entender los motivos detrás del crimen de alguien que parecía tener todo aquello que la vida moderna nos impone como mandato? ¿O era una estrategia de distracción para correr el foco de lo importante y no buscar responsables?
Miriam Lewin es periodista y escritora y se desempeñó como Defensora del Público entre los años 2020 y 2024. La Defensoría del Público es un organismo que se encarga de promover, difundir y defender el derecho a la comunicación democrática de las audiencias de los medios de comunicación audiovisual en todo el territorio nacional. Consultada por este medio respecto a la cobertura del caso, comparte que la cobertura “amarillista” puede analizarse desde varios puntos de vista. “Por un lado, había una censura moral y un abordaje humorístico en la sociedad: recordemos las remeras con la leyenda ‘Yo no estuve con Norita’”, comenta en relación a la comercialización de una prenda alusiva no al crimen sino a la construcción mediática del perfil de Nora.
Por otra parte, “tal vez había cierto ‘revanchismo’ por la posición social que ocupaba: el involucramiento del marido, de quien se decía era testaferro de un polìtico fuerte de la provincia, el hecho de que estuviera en un campeonato de golf en un balneario sofisticado, hacía que el escenario del crimen fuera una oportunidad de revancha social”, expone. La situación socioeconómica de la familia Dalmasso, que detentaba una posición acomodada (casa propia en un barrio cerrado) se exacerbó en la construcción del relato para presentarla a Nora como una mujer de clase alta y que, tal vez por eso, no merece igual justicia que alguien pobre.
En relación con esto, la censura moral parece ser el centro de una especie de juicio paralelo que la sociedad realizó sobre Nora y su familia. Para Lewin, las coberturas tenían “un tinte disciplinador: el entrelíneas era siempre la idea de que Nora ‘algo habrá hecho’ y los medios reflejaban y amplificaban lo que pensaba un amplio sector social”, comenta. Es posible pensar cómo se situó a Dalmasso casi en el lugar de una celebridad cuyo comportamiento es vigilado y castigado. En la sociedad postmoderna las celebridades, en tanto modelos a seguir, tienen un carácter aleccionador para el resto. Por lo tanto, si se apartan de lo esperado, merecen ser señaladas, al igual que cualquier persona que intente escaparle a las lógicas de dominación patriarcal. La hipótesis de la muerte como producto de juegos sexuales desencadenó una catarata de juicio moral sobre la figura de Nora: de santa, madre y mujer de familia a una puta que se merecía el castigo.
“Una víctima colateral fue su hijo, cuya vida sexoafectiva fue expuesta sin que tuviera relación alguna con el caso”, agrega Lewin. Luego de una pericia psicológica que le realizó a Facundo Macarrón la policía judicial de Córdoba se dio a conocer el veredicto de que madre e hijo tenían una “relación perversa”. Su homosexualidad fue sugerida como móvil del crimen y se lo imputó en el caso. Según cuenta él mismo en el documental, su familia no sabía nada de su orientación sexual. A partir de ese momento se intensificó el acoso mediático, que solo mermó cuando se imputó a su padre como acusado.
De crimen pasional a femicidio: una cronología
“El femicidio de Nora se cometió en un momento diferente al actual, muy anterior a la toma de conciencia de las manifestaciones del Ni Una Menos en 2015”, ensaya como respuesta Miriam Lewin. En 2006, la Ley 26.791 que incorporó la figura del femicidio al Código Penal aún no existía. El crimen de Nora no pudo entonces ser calificado bajo este agravante sino que fue caratulado como homicidio calificado o abuso sexual seguido de muerte.
En 2019 se sancionó la Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, que contempla, entre otras modalidades, la violencia simbólica y la violencia mediática. Esta última consiste en la publicación o difusión de mensajes estereotipados en medios de comunicación que promueva la explotación de mujeres o sus imágenes o atente contra la dignidad de las mujeres. Nora fue víctima de diferentes tipos de violencia una y otra vez: vale recordar cómo un programa televisivo mostró “en exclusiva” y en el prime time las fotos del cadáver sin ningún tipo de reparos.
El femicidio se incorporó al Código Penal en el 2012, pero no fue hasta el año 2022 que Nora Dalmasso fue reconocida por la Justicia como "víctima de violencia de género". Cuando asumió el último fiscal, Pablo Javega, se ordenó comparar una muestra de ADN no identificada (que se había hallado en el cinturón con el que fue estrangulada Dalmasso) con el de 200 personas que habían pasado por la casa en las semanas previas al crimen. Se determinó que, de 12 muestras del cinto, en ocho aparece completo el ADN del parquetista Roberto Bárzola, que también coincide con el material genético de un vello púbico hallado en la entrepierna de la mujer. Sin embargo, al haber pasado 15 años, la causa podría prescribir y cerrarse. “A veces la prescripción resulta una coartada para la ineficiencia judicial”, declara la periodista Denise Audrito. Es inevitable preguntarse: ¿hay verdadera justicia para las mujeres?
La antropóloga Rita Segato trabaja con el concepto de “pedagogías de la crueldad” para nombrar a los actos y prácticas que “enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”. El ataque sexual, dice Segato, es un acto de “consumición del cuerpo” que constituye una expresión de la cosificación de la vida. Los medios masivos de comunicación, en su hipersexualización de una víctima de femicidio, no hacen más que contribuir a la cosificación y revictimización de una mujer asesinada y a reproducir las condiciones que fomentan la violencia de género. Con la construcción del perfil mediático de Nora Dalmasso se busca, de alguna forma, responsabilizarla por su crimen y castigarla por salirse de la norma patriarcal (ser una mujer buena, una esposa dedicada). Este mismo régimen es el que condiciona a los varones para que se ajusten a su posición de dominantes. La prensa criticaba al viudo Macarrón por “mostrarse frío”, y por ende, sospechoso. Pero en una sociedad machista se sabe que, si un varón se muestra llorando o vulnerable, denota una posición débil, de “poca hombría”. Facundo Macarrón parece confirmarlo al recordar cómo los medios retrataban a su padre: “Mi viejo reaccionó con cierta hombría, y eso se mostró como frialdad”, narra en el documental. La trampa del patriarcado es evidente.
Un periodismo, ¿distinto?
En tiempos en los cuales el periodismo es constantemente bastardeado y, en múltiples casos, ejercido de manera irresponsable, ¿cómo se cubriría un caso como el de Nora Dalmasso? Al día de hoy, la prensa no parece acusar recibo alguno del sensacionalismo con el que se abordó su femicidio. A 20 años del crimen y con la constitución de la figura del femicidio y los avances de la última ola feminista, ¿aprendimos algo?
“Avanzamos un poco pero no tanto como deberíamos. Tenemos que aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre todo lo que nos trajo hasta acá, cómo construimos credibilidad en la Justicia y en el periodismo, que son instituciones básicas para la democracia”, sostiene Audrito.
La cobertura mediática del femicidio de Nora Dalmasso fue irresponsable y profundamente machista y misógina. En la actualidad, con la vida cotidiana captada e invadida por las redes sociales y sus contenidos efímeros, cabe preguntarse si, pese a las herramientas que desde el feminismo hemos desarrollado, compartido y luchado por instalar, los medios masivos de comunicación y la sociedad abordarían este caso de manera diferente que hace veinte años. “Si la impunidad se naturaliza, el verdadero crimen es no hacer nada”, sentencia Audrito.
Queda mucho por recorrer. Mientras tanto, el tiempo pasa y la tierra se enfrió hace rato. Mientras tanto, Nora Dalmasso aún no obtuvo justicia.
