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Que florezcan mil asambleas

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En al menos 30 barrios de la Ciudad de Buenos Aires, las asambleas crecieron desde el anuncio del DNU 70/2023. Algunas se constituyeron bajo esta coyuntura y algunas preexistentes ampliaron su convocatoria. En esta nota, la potencia de estos espacios y lo que se está gestando.


Clara se sienta en un banquito mientras las personas van llegando al rectángulo de cemento que está delante del Parque Saavedra. De fondo, el busto del estadista que le da el nombre a ese lugar, custodiado por dos leones negros. Ella espera mientras los mates comienzan a girar y se prepara el megáfono para dar inicio a la asamblea del barrio. 

Clara tiene casi 80 años y es jubilada. Hace 25 años que vive en Saavedra y en ese tiempo participó de muchas formas de organización: las colectas para las personas afectadas por las inundaciones en 2013; el reclamo para que no cerquen el parque, para que no abran un canal en ese mismo lugar; ollas populares en barrancas de Belgrano y también de las asambleas del 2001. Según ella, es ahí donde encuentra su lugar. 

“La problemática es distinta, pero el desastre económico sigue siendo igual”, dice pensando en lo que sucedía hace dos décadas y ahora. “Aquella vez sentías que te quedabas sin patria. Acá también sentís que te quedas sin país”, sostiene. 

Desde el 20 de diciembre de 2023, cuando el presidente Javier Milei anunció el Decreto de Necesidad Urgencia 70/2023, vecinos y vecinas comenzaron a salir a la calle espontáneamente y luego organizados. En al menos 30 barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana las asambleas explotaron, algunas se constituyeron frente a esta coyuntura y otras preexistentes ampliaron su convocatoria.

El pueblo recuerda y es esa memoria la que aviva una respuesta colectiva. Cuando el neoliberalismo y el individualismo reaparecen, también lo hacen aquellas herramientas que se construyeron frente a otras crisis. ¿Cómo son las formas de organización que surgieron en el AMBA en los últimos meses? ¿Qué similitudes y diferencias tienen con las experiencias asamblearias del 2001? ¿Cuál es la potencia de estos espacios? ¿Qué es lo que se está gestando?

Si vuelve el neoliberalismo, vuelven las asambleas

“No es casual que hayan hecho el DNU un 20 de diciembre, a 22 años del estallido social que ocurrió por las mismas políticas empobrecedoras que se están implementando ahora. Me parece que tiene una carga simbólica muy importante”, sostiene Ayelén Vázquez López, historiadora feminista especializada en Latinoamérica. Tampoco es casual que la respuesta haya sido salir a la calle con cacerolas, símbolo de esa época, o que se hayan retomado consignas como “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. 

Después de la desmovilización de la sociedad argentina que significó el terror de la última dictadura cívico militar, hacia el fin de siglo comenzaron a aparecer nuevas formas de organización social. “Asambleas barriales, ollas populares, clubes de trueque, ya existían en los 90’ pero se profundizaron mucho en el 2001 y más aún después del estallido social. Particularmente se sumaba la clase media, porque les tocaron el bolsillo”, explica Vázquez López. 

El factor de participación de la clase media no es menor, porque permite explicar en parte la masividad de este fenómeno, tanto antes como ahora. “En ese momento era el calor del que se vayan todos. También iba mucha gente porque le había quedado la plata en el corralito”, explica Clara.

Según un relevamiento realizado en marzo de 2002 por el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, en ese momento existían 272 asambleas. El 41 por ciento del total se concentraba en la Ciudad de Buenos Aires y, geográficamente, en los barrios de clase media. Por ejemplo, Belgrano fue el barrio con más cantidad de vecinos convocados en estas reuniones.

Maru, integrante de la asamblea de Parque Patricios, propone otra lectura sobre la explosión en 2001 y ahora de espacios de construcción horizontal y colectiva: “Yo creo que hay una crisis de representatividad grande y las asambleas barriales son un buen espacio para que la gente se pueda referenciar, y que puedan contar con un lugar donde su voz sea escuchada. Lo que produce esto en definitiva es un empuje desde abajo hacia arriba”.


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Los primeros años de la década del 2000 fueron los más concurridos. Después, este movimiento dio paso a otras formas de organización, como cooperativas, centros culturales o comedores. “Las asambleas se movieron muchísimo, fue una movida muy rica. Después se fueron transformando pero no perdimos la conexión”, cuenta Clara. Incluso ella se juntó en su casa con las personas que conoció en ese momento para ver los resultados del ballotage del 2023. 

La historiadora también marca un vínculo entre el movimiento de mujeres e identidades diversas y ese momento histórico: “Si bien no había una asociación con el feminismo, después de la crisis del 2001 surgen los feminismos populares dentro de esas organizaciones sociales para visibilizar situaciones de violencia o, como en el caso de La Revuelta, la cuestión del aborto”.

El de las asambleas fue un movimiento amplio, masivo, organizado desde abajo, de forma horizontal, que surgió frente a una crisis que afectaba a los sectores medios y bajos de la sociedad. Todo lo aprendido en esa época se mantuvo latente en los cuerpos de quienes participaron y, gracias a eso, hoy el pueblo pudo articular una respuesta apenas aparecieron las primeras medidas de ajuste, recorte y vaciamiento. 

Del barrio venimos

La asamblea del Parque Saavedra comenzó a reunirse durante los primeros días de diciembre del año pasado. Hoy el grupo de WhatsApp tiene 266 miembros y en la última reunión se convocaron alrededor de 60 personas. 

Florencia es de Belgrano, pero como en su barrio les vecines no se organizaron, se acercó a Saavedra. Ella cuenta que, en un primer momento, quienes participaban se dividieron en comisiones de género, educación, seguridad, jubilades y cultura. El objetivo era analizar y explicar el impacto en estas áreas de la Ley Ómnibus y el DNU 70/2023. 

“La idea no es ser oposición que hace ruido y nada más, sino realmente concientizar a la gente, explicar. Hacer una bajada al lenguaje común de toda la sarta de eufemismos que te tiran. También educar y educarnos a nosotros mismos para poder dar una mano al resto”, sostiene Florencia. 

Sin embargo, les vecines sentían que era necesario llevar adelante acciones concretas. Por eso, realizaron un festival en el parque y entrega de volantes en puntos estratégicos del barrio para convocar a quienes todavía no se habían enterado de la existencia de este espacio. Si bien ahora se focalizaron en organizarse para asistir al paro general, el objetivo es tener un plan de lucha a largo plazo. 

En cuanto a quiénes buscan convocar, Florencia explica: “Creo que la gente grande tiene mucho para aportar, también apuntamos a la gente que no tiene una postura tomada. Nosotros tenemos un lineamiento horizontal y no levantamos la bandera de ningún partido, pero por supuesto es una asamblea política”. 

Desde la asamblea de Parque Patricios también entienden que la participación de personas que vivieron otros momentos de crisis es importante: “Los compañeros y compañeras que ya dieron esa experiencia en el 2001 también nos aportan para poder aprender de los errores”, dice Maru. 


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Parque Patricios es un barrio mayormente obrero y con mucha historia de organización. Si bien la asamblea no tiene banderas partidarias, quienes participan muchas veces pertenecen a algún partido político. Maru, así como también representantes de otras asambleas, entienden que esto no es un problema, siempre y cuando haya respeto por las ideas de la otra persona e intención de construir en conjunto.

“Hay que cuidar mucho el espacio, no expulsar, ser respetuoso y poder encontrar puntos de acuerdo. Hay una voluntad de consenso y eso está buenísimo. Es lo que permite ir para adelante, sino nos quedamos siempre en un círculo de discusiones que no llevan a nada. Según lo que nos cuentan compañeros más grandes, que han vivido la experiencia del 2001, justamente eso fue lo que terminó disolviendo muchas de las asambleas”, reflexiona Maru. 

En este barrio porteño vienen realizando reuniones desde hace un mes. El 20 de diciembre, cuando salieron a la calle espontáneamente y se encontraron en una de las plazas del barrio, decidieron armar un grupo de WhatsApp que hoy concentra a más de 200 personas. Para Maru hay un sentimiento compartido: “Estamos tratando de canalizar por acá toda la angustia, el miedo, la incertidumbre”. 

En Boedo la dinámica fue similar. Después de los cacerolazos de diciembre, vecinas y vecinos comenzaron a nuclearse en contra del DNU, la Ley Ómnibus y el protocolo antiprotesta de Patricia Bullrich. Desde la comisión de comunicación y prensa explican la diversidad de la asamblea: “Participan  un sinnúmero de vecines,  varies de  les cuales  han militado o militan orgánicamente en agrupaciones políticas. También personas con intereses sectoriales afectados por el DNU y la Ley Ómnibus, como jubilades, discapacitades, inquilines, trabajadores de distintas actividades, sindicalizados o monotributistas”.

La historia es distinta en Villa Pueyrredón. “Los que arrancamos la asamblea es como si hubiésemos visto la que se venía”, dice Monse y agrega: “Es un barrio muy difícil. Nos costó muchísimo convocar gente, pero por algún motivo decidimos seguir sosteniendo el espacio porque sentíamos que cuando el vecino necesitara algo iba a poder contar con esa asamblea”. 

La asamblea de Villa Pueyrredón se creó en agosto del 2021, eran un grupo de seis personas que no encontraban donde militar y decidieron poner su energía en el barrio. Durante estos años les costó mucho poder convocar vecines que quisieran sumarse. Según Monse, esto tiene que ver con que hay muchas nuevas construcciones y personas que no tienen un vínculo tan fuerte con el espacio en el que viven. 

“En el habitar el territorio se va creando una fuente de identificación, que después va llevando a un sentimiento que hace que vos quieras defender tu barrio con uñas y dientes”, explica. Lo que cuenta Monse se repite en muchas de las experiencias asamblearias, es el sentido de pertenencia y el amor por esos lugares lo que lleva a que las personas salgan a defender lo que es común. 

Sin embargo, la llegada de Milei y la sanción del DNU cambió rotundamente la dinámica asamblearia. En la última reunión pasaron de ser seis personas a 30 y, con mucha alegría, todavía están viendo cómo reorganizarse. Monse también explica que tuvieron que virar su agenda: “Nos cambia completamente el panorama porque íbamos a salir a dar una lucha ambiental y ahora tenemos que empezar a dar luchas por derechos que ya teníamos adquiridos”. 

Flores, Caballito, Ezeiza, Monserrat, Paternal, Liniers, Villa Urquiza. Las asambleas aparecieron o se fortalecieron en múltiples barrios de CABA y AMBA. Pero no hay forma de describirlas de forma unívoca, porque son distintas en cada lugar. Están ligadas a su territorio, a las problemáticas que aparecen allí y a las personas que las conforman. Sin embargo, hay algo en común: el objetivo de desarticular y hacer caer tanto el DNU como la Ley Ómnibus. Y la primera acción será marchar este 24 de enero. 

Asambleas del mundo, uníos 

El resurgimiento de las asambleas no es solamente un fenómeno barrial. Esta explosión también se ve en organizaciones sociales, sindicatos y espacios de trabajo. Por ejemplo, Ni Una Menos realizó una el jueves 18 de enero en la sede de Constitución de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) e Inquilinos Agrupados convocó a otra este viernes 19 de enero en el local que comparten con NUM en la calle Mitre del centro porteño. 



En la reunión del jueves, el foco estuvo puesto en lo que está sucediendo en los territorios, en cómo convocar a más compañeres y también en la necesidad de construir una respuesta unificada desde los feminismos. “En el territorio falta la comida, nos estamos cagando de hambre”, dijo una compañera de la UTEP. Otra aclaró que a las mujeres y personas LGBT+ no solamente nos golpean las medidas contra la Ley de los 1.000 días o Ley Micaela, sino todos los artículos del DNU y la Ley Ómnibus. 

Tamara forma parte de Inquilinos Agrupados desde hace dos años, pero explica que la organización tiene más de una década. Si bien su lucha está vinculada a los alquileres, entiende que este es un momento para la unidad: “El 24 es contra el DNU, contra este gobierno, contra este modelo, contra estas políticas, y tiene que ser contundente. Pero no se termina ahí”. 


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El desarrollo de un plan de lucha aparece en muchos de los testimonios e intervenciones. Algunos sectores feministas proponen recuperar la herramienta de la huelga, sostener un estado de asamblea permanente y frenar todas las tareas reproductivas y no reproductivas para el 8 de marzo, como se hizo durante el gobierno de Mauricio Macri. 

“Es recuperar la tradición de juntarse con el vecino o la vecina. Porque en realidad de fondo está el sálvese quien pueda, el individualismo. Tenemos que empezar a pensar que nadie se salva solo, tiene que haber solidaridad, coordinación, cuidado”, reflexiona Tamara.

Este 24 de enero se espera una movilización masiva, convocada por la CGT. En la “asamblea de asambleas”, más de 30 espacios decidieron concentrar ese día a las 10 de la mañana en Plaza Miserere para formar una columna multisectorial que muestre la potencia de este movimiento. 

El proyecto de país que traen Milei y su gente es desolador, pero tendrá que enfrentar aquello que se está gestando en los territorios. Quizás sea momento de recuperar lo aprendido como sociedad en las experiencias del 2001, alimentarlo con la potencia creativa de la organización y empezar a empujar desde abajo para construir nuevas perspectivas de futuro. 

Foto de portada: Asamblea de asambleas


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