En el mundo, el presidente outsider era admirado por los aduladores de la ultraderecha internacional. Milei había conseguido lo imposible: que el pueblo argentino reclamara un ajuste. Con los mercados adentro defendiendo el modelo de especulación financiera, aprovechó esa legitimidad para domar a sus adversarios y reemplazar persuasión por extorsión. Les dijo ratas a los diputados, golpistas a lo gobernadores y a los bancos, golpeó jubilados y humilló a personas con discapacidad mientras su hermana se llevaba el 3% de los medicamentos que les administraba a cuentagotas su ex mejor amigo Diego Spagnuolo de la Agencia Nacional de Discapacidad.
Un día la sociedad pudo despabilarse del shock de intentar entender al loco de la motosierra. "Freakshow" de La Renga dejó de ser una cover simpático entonado por el peluca para pasar a ser el tema repetido hasta el hartazgo. No alcanzaron los streamings, las burlas, las metáforas abusivas, misóginas y homoodiantes. Milei no asusta, no hipnotiza, no enamora, no causa curiosidad. Milei hoy sólo causa miedo, el miedo y el pánico que genera el precipicio y la certeza de la consecuente caída. Milei pareciera estar destinado a ignorar el impacto. Milei se comparó con De La Rúa.
Todo el pánico de los mercados es político
“El pánico político está generando una descoordinación en el riesgo país”, cita Javier Milei al frente de decenas de empresarios en la Bolsa de Comercio de Córdoba. “Cuando le empezaron a torpedear el barco a De la Rúa fue porque quiso hacer la reforma laboral. No sea cosa que los que están torpedeando atrás sean los mismos. No van a poder parar el cambio”. Es viernes 19 de septiembre, pasaron dos semanas de la derrota electoral oficialista contra el peronismo por casi 14 puntos en la Provincia de Buenos Aires y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, ya vendió 678 millones de dólares de las reservas argentinas para contener el dólar que se instaló cómodo por arriba del techo de la banda. Los mercados no dejan tranquilo al presidente Milei y, en criollo, su gestión quema los dólares que garantizan la estabilidad argentina para llegar a las elecciones legislativas de medio término el próximo 26 de octubre sin saltos inflacionarios.
Durante la semana pasada, el Banco Central vendió unos 1.110 millones de dólares en tres días y, según el economista y analista financiero Cristian Butheler (insospechado de “kuka” y respetado entre economistas y sectores liberales), entra en el top 10 de la venta de dólares más grande que ha hecho el BCRA desde 2003. El riesgo país se disparó hacia los índices más elevados de América Latina superando los 1.400 puntos, todas señales de fuerte desconfianza contundente en el programa económico de parte de los mercados que “no la ven”. El problema es complejo: ¿cómo llevar tranquilidad a un sector que percibe un inevitable default?

El presidente está tieso. El pasado lunes 15 de septiembre protagonizó una cadena nacional en la que presentó el Presupuesto 2026. Aunque el Congreso descree de su verdadera voluntad de discutir el proyecto, visto que hasta ahora el gobierno ha decidido prorrogar el mismo presupuesto vigente desde 2023 para administrar de forma arbitraria los recursos del Estado y congelar partidas en áreas clave de gasto social, quedó claro en su exposición que no habrá cambio de rumbo en el programa económico. Milei tiene cinco perros, algunos muertos y otros vivos, una hermana y un sólo dios: el superavit fiscal. En esa transmisión dejó en claro que no se movería de allí. Iría más allá de la gobernabilidad, de no tener ya aliados en el Congreso, de no tener respaldo social con el que poder garantizar el ajuste.
Un gobierno de autoboicot más allá del "riesgo kuka"
Fueron muchas las decisiones políticas y económicas que terminaron por acorralar al gobierno en los límites de su propio relato. Desde hacerse de enemigos a los propios aliados (gobernadores, diputados y senadores), hasta demonizar sectores históricamente bien valuados por la sociedad argentina como los docentes universitarios y los médicos del Garrahan. Entre ellas, las cuatro burbujas financieras gestadas por el propio gobierno y desaprovechadas o la precoz recurrida al Fondo Monetario Internacional a los seis meses iniciada su gestión. Caputo en su versión reloaded obtuvo desembolsos del FMI y tomó nueva deuda con bancos privados, habilitó la libre circulación de los “dólares del colchón” eliminando controles fiscales y parte del cepo para personas físicas, impulsó la llamada “dolarización endógena” para que los ahorros en divisas entren al circuito formal, blanqueos sin penalidades para divisas no declaradas, cancelación de instrumentos internos como las LEFI, y fuertes ventas de reservas del Banco Central para contener la presión cambiaria.
Nada de todo eso sirvió: hubo ajuste, pero no hubo crecimiento. Hubo ajuste, pero no hubo mejora del poder adquisitivo. Hubo ajuste y despidos, cero contención para una economía entrando en etapa de recesión. Tic, tac. Pareciera no quedar tiempo.
Si al fracaso estrepitoso del programa implementado por “el mejor ministro de Economía de toda la historia” (según declaraciones del propio Presidente) le sumamos la debacle de la conducción política, obtendremos como resultado la inestabilidad que atraviesa la Argentina hoy. Desde el escándalo de las coimas en la ANDIS, el gobierno violeta se encuentra perplejo, prácticamente sin capacidad para controlar la agenda, obligado a dar explicaciones, expuesto en su propia narrativa, desangelado. El Milei impulsivo y violento ya no “garpa”. En la política se tejen alianzas, Carrió tilda a Kicillof de “buen chico”. Cristina Kirchner planea un acercamiento con referentes del peronismo no kirchnerista. Editorialistas con vínculos en el circulo rojo hablan de un “fin de ciclo”.
Allí donde antes hubo estabilidad sólo quedarán los sueños
La Libertad Avanza hizo una promesa: ajuste y motosierra a cambio de estabilidad económica y el fin de la “esquizofrenia inflacionaria”. La “tranquilidad” económica que tanto añoraban argentinos y argentinas hacia el final del gobierno que tenía a Sergio Massa como ministro de Economía. Gobernaron aprovechándose de un trauma colectivo. Durante el primer año y medio, parecía alcanzar la tranquilidad inflacionaria para garantizar el programa a nivel social. No importaba si reprimían jubilados, desguazaban el Estado o se encargaban de perpetuar el odio y la discriminación hacia mujeres, la comunidad LGTBIQ+ y opositores. Pero a partir de errores autoinflingidos, el proceso de desestabilización del gobierno se fue profundizando como consecuencia una incapacidad casi religiosa para barajar y dar de nuevo. Desde el 7 de septiembre vemos caída de bonos de renta fija, dólar por las nubes, crecimiento en la brecha entre el blue y el oficial. Los “mercados” que tanto miran están pidiendo reordenamiento pero el presidente sólo sabe avanzar. Esa estabilidad de la que tanto hablan, ¿sigue aquí con nosotres?
Víctima de su dogma, preso de su ideología, atrapado en la caja de cristal donde la respuesta mágica a los problemas económicos -e históricos- de la Argentina es el déficit fiscal. El presidente se creyó demasiado su propia hipótesis y redujo a una sola variable el éxito de un programa económico. Ahora ya no funcionan las pantomimas ni el maquillaje, o los muebles que quieren implementar en forma de “mesa política”, también queda huérfana la base sustancial de su teoría monetaria.
Toto Caputo lo hizo de nuevo: sentado sobre los pesos de los Aportes del Tesoro Nacional que le corresponden en un 41% a las 24 provincias argentinas; redujeron el organigrama del Estado, echaron más de 54 mil empleados públicos, congelaron jubilaciones y pisaron paritarias salariales . Aún así el plan falló. “Es la economía bimonetaria, estúpido”, tuiteaba Cristina Fernández de Kirchner el 6 de septiembre de 2024. Faltan dólares, se quiebra el modelo.
Otra vez sopa
Con la resaca que acarrea tras otra semana de derrotas legislativas en las que el Congreso ratificó las leyes de emergencia pediátrica y presupuesto universitario con muchos más votos que los 2/3 necesarios para voltear el veto y apoyo de diputados que responden inclusive a los pocos gobernadores “aliados”, Milei viaja a EEUU para negociar él mismo un préstamo del Tesoro Nacional de los Estados Unidos, gobernado por Donald Trump.
¿Cuán caro puede costarle a la Argentina el tiempo que ha decidido obstinadamente comprar el presidente para garantizarse en el poder? Más deuda, más pérdida de soberanía, más ajuste, más autoritarismo.
El antiperonismo vibrante fue el slogan protagonista en la campaña bonaerense (y ahora nacional) de LLA. “¡Kirchnerismo nunca más!”, rezaba la bandera desplegada en La Matanza que sostenía la lista para la fracasada elección del 7 de septiembre en la provincia. El Gobierno Nacional fue traicionado por los vacíos del laberinto del antiperonismo: la subestimación del pueblo que gobierna. Luego de la derrota electoral se ensayaron muchas respuestas desarticuladas, consecuencia de la propia interna libertaria, donde coincidían con matices en un mismo argumento: “La culpa es de los negros que votan peronismo porque les gusta cagar en un balde”. La obstinación del conservadurismo de derecha: creer que “los pobres” no merecen vivir mejor por el mero hecho de ser pobres.
¿Cuál es la preocupación real de los mercados? El fantasma del default recorre la Argentina. Default: cuando un deudor pierde la capacidad de pago de sus deudas. Cientos de bonistas, bancos nacionales e internacionales. El “mercado financiero” al que Milei le rezó para obtener su legitimación. Su fama de mal pagador político pareciera estar contagiándose a lo económico. Allí donde los gobernadores aliados le soltaron la mano y no lo acompañaron en los vetos clave por nunca haber pagado las promesas de obra pública y transferencias de fondos a las provincias.
Nadie quiere a un mal pagador de presidente. ¿Puede el establishment cambiar el gabinete de Milei? ¿O será Milei un dogmático del superávit capaz de expulsar a cualquier crítico de sus ideas? (Spoiler: si nos guiamos por las actitudes que ha procedido en el pasado, me inclino por la segunda). El dogma no permite grises, matices, contradicción. El dogma nace y muere en su verdad, el presidente yihadista está dispuesto a salir de la Casa Rosada con las botas puestas y “los pies para delante”, dicho por él mismo.
El colapso ya llegó
La real politic está destinada a domar. Así será mientras persista la administración del Estado bajo la democracia liberal como forma de gobierno. Esto no es naturalmente positivo ni necesariamente bueno. Significa que hay una serie de preceptos, símbolos y contenidos en común sobre el orden de lo socialmente esperado de “lo político”. Es la cultura compartida la que define los marcos de la conversación pública, aún en una era donde impera el individualismo liberal atómico como principio ideológico dominante. Aunque las democracias liberales se encuentran en crisis en todas partes del mundo por no haber podido resolver en definitiva el problema de la pobreza (o de la acumulación de la riqueza en pequeños sectores sociales) por encontrarse en contra del principio que defiende ante todo la libertad individual, parecieran ser las instituciones propias del sistema democrático las únicas capaces de contener dichas crisis.
Sin dudas, la revolución digital la incorporación de la tecnología y los procesos automatizados derivados de algoritmos creados para satisfacer el sesgo cognitivo en cada aspecto de la vida de cualquier individuo socializado han modificado la forma de interacción entre sujetos, pero también la forma en la que se relacionan los sujetos con las instituciones, con el Estado, el Estado con las corporaciones y las corporaciones con las sociedades.
Sin debatir si la forma ha intervenido en el contenido (de seguro que sí, con la creación de videos con humanos hechos con IA, la modificación de los formatos en los que se consumen las noticias, el scrolleo infinito que no conoce de paciencia sino de estímulo permanente), el contenido ahora está mediatizado e intervenido por un sistema que limita el alcance del público.
La nichificación de los consumos culturales ha detonado una nueva forma de interactuar con el entorno social: allí donde se obtenían fácilmente grandes categorías ordenadoras de identidades comunes subyace ahora un océano de microcontenidos específicos. Ya son pocas las “famas absolutas”, no hay nuevos Tinelli, Susana, Boca, River o Racing. Peronismo, Partido Justicialista, Unión Cívica Radical. Allí, en ese vacío ahora lleno de nuevas micro tendencias creadas masivamente por cientos de usuarios activos en una red común, destinadas a fragmentar cada vez más el consumo. Allí se gesta una sociedad de futuro donde las categorías sociales comunes son escasas. Allí se cuela el fascismo, en la rendija que deja la grieta del tejido social. En la fábrica de subjetividades a-históricas. Allí donde se permite votar una y otra vez a los Caputo, los Sturzenegger, los Menem de la vida. Allí donde la historia no se repite pero sí rima.
¿Qué nos queda? El resorte de la memoria.
El fin del gobierno Ponzi
Toda estafa requiere una víctima y un victimario. La víctima en general en situación vulnerable, atraviesa emociones incontrolables y un profundo estado de desesperación. Ocho años de perdida del poder adquisitivo, auge de redes sociales y aislamiento social. Una pandemia que generó rechazo a la estatalidad por su inmediata relación a la restricción que cambió profundamente la vida de los argentinos. En cualquier esquema Ponzi se necesitan inversores. Milei tuvo crédito político ganado en las urnas y en el Congreso, y crédito económico gracias a los bancos y a los organismos internacionales que abrieron la billetera.
El Ponzi explotó. No hay más crédito ni nuevos inversores porque la estafa está a la vista. La crisis económica acumulada, la inestabilidad, la falta de proyección de futuro, la imprevisibilidad de la inflación. Una argentina desequilibrada emocionalmente y rota espiritualmente compró el relato del loco de la motosierra que vino a salvarlo todo. El “especialista en crecimiento con y sin dinero” fracasó y mintió. “Siempre hay un roto para un descosido” dice el refrán. ¿Quién fue el roto y quién el descosido en la estafa libertaria?
El Observatorio de Psicología Social de la UBA (OPSA) llevó adelante una encuesta titulada “Termómetro psicosocial y económico”. El resultado más destacado fue que un 72% de los consultados reconoció que las dificultades económicas impactan de manera significativa en su salud mental.
Un presidente obtuso y paralizado que no reacciona. Un presidente que no pudo apartar de su gobierno a los apuntados todas las luces lo apuntaban como uno de los principales responsables del escándalo de las coimas. Un presidente que ratificó a su hermana Karina Milei pese a ser la figura política con más imagen negativa de la Argentina y a Sebastián Pareja, el armador que no pudo acercarse en la derrota a su adversario en la elección más poblada de la Argentina. Un presidente inestable emocionalmente controlado por su hermana y su entorno inexperto.
El armador odiado por los propios, un experonista que aprovecha el tiempo de gracia de El Loco para jugar, de nuevo como lo hizo desde Carlos Menem en el 2003, a la política. Un presidente en crisis, víctima de su dogma, entrega al país en bandeja de plata anunciando un nuevo préstamo totalmente irrisorio y poco común con el Tesoro de los Estados Unidos. Quizá sea hora de dejar de naturalizar el desequilibrio social que lleva a la argentina a la debacle. Quizá las instituciones sean las únicas capaces de contener la salud de un Estado ante el suicidio político y económico al que lleva a la Argentina La Libertad Avanza. Quizá haya llegado la hora de poner un límite.
Diseño de portada: Taiel Dallochio
