¿Por qué alguien escribe? ¿Cómo se traduce el amor, el miedo, la alegría? ¿Cómo se construye el orgullo en la escritura? ¿Qué tiene que pasar para que quede plasmado en un poema, en un verso? ¿La lectura acompaña estos procesos? En una charla con Silvina Giaganti, Lucas Fauno, Alana S. Portero, Gabriela Wiener y Candelaria Shanum, referencias de la literatura LGTBIQ+, vamos a armar un pequeño camino para entender cómo construyen su escritura, en un mundo como el de hoy.
Foto de portada: Miela Sol PH

L | SILVINA GIAGANTI
“Escribo porque en la escritura encuentro el aire necesario, el oxígeno para poder desplegar un tipo de pensamiento que sólo puedo conocer así”.
Silvina Giaganti nació en 1976 en Avellaneda, Buenos Aires, y es hincha fanática de Independiente. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y es poeta, escritora, lesbiana y tuitera tenaz. Publicó sus textos en numerosos medios de comunicación argentinos e internacionales. Su primer libro, Tarda en apagarse (Caleta Olivia, 2017), es de poesía y fue un suceso de ventas. Su segunda y más reciente publicación Donde brilla el tibio sol, editado por Mansalva, es un relato íntimo que habla de identidad, fútbol y barrio.
Para Giaganti la necesidad de escribir arrancó durante su adolescencia. Fueron años donde necesitaba pensar eso que le estaba pasando de otra forma, quería transformar todo lo que la estaba afligiendo: “Yo me acuerdo que, desde que empecé a escribir, desde el primer garabato, lo que estuvo presente fue la sexualidad, y es que creí durante años que era la única que era diferente. Fue esa soledad enorme, la de sentirme medio corrida del mundo, desterrada, la que me hizo empezar a narrarme. Tengo imágenes de eso: yo tirada en el piso de mi pieza -una pieza alfombrada por suerte-, escribiendo en un cuaderno. Pasé muchas tardes así, desde los trece, catorce años”.
Fue en el impulso por aliviar esa inconformidad, donde la artista encontró una forma de vivir en un tiempo donde no había referencias: “Hoy entiendo que esa necesidad tenía que ver con legitimar lo que me pasaba frente a un mundo mudo que no me mostraba ni personas ni historias como la mía. 1989 no era 2025 era otro mundo y más con respecto a la homosexualidad femenina”.
Con la construcción de esa adolescencia le fue posible entender por qué sucede que la lectura y la escritura acompañan tan bien la necesidad de catarsis: “Para mí algo en lo personal y en la relación con el mundo tiene que descarrilar para que una se ponga a leer y a escribir de forma intensa. Cualquier cosa podía ser una referencia, yo recuerdo que buscaba señales en todas partes de cómo me sentía por dentro. Pero yo creo que la literatura da muchos recursos para imaginar otras vidas posibles. En ese sentido todo lo que leí siento que me influenció. La literatura me suministró otras formas de vida posible. Por eso creo que las personas queer de niñes adherimos más a modelos literarios o artísticos que familiares, sociales o institucionales. Estamos formadas por las bibliotecas, que son las que nos hacen disponer de una imagen pública de una misma. Una se busca en los libros”.
G | LUCAS FAUNO
“Yo siento que hay algo en la escritura que se me desborda, que se me desborda, que cae en el papel y que desde ahí lo laburo. Es así que pongo mi cuerpo, mis sentimientos en lo que escribo”.
Lucas ‘Fauno’ Gutiérrez es un periodista y escritor porteño, fanático de Sailor Moon, capricorniano y VIH positivo. Activista por los derechos de personas positivas, colabora con medios como Página 12, BuzzFeed y Agencia Presentes, y milita contra la violencia ejercida sobre el colectivo LGTBIQ+.
Para Fauno, haber crecido en una realidad donde la tecnología sólo implicaba ver televisión, lo constituyó de una manera singular: “Yo nací en 1981, nací en una etapa muy analógica, donde el escribir era en papel y birome. A mí me gustaba mucho escribir, pero lo tenía muy vedado, porque no lo veía como una posibilidad o como algo en lo que tenía algún incentivo por parte de mi entorno. Creo que por eso la escritura fue en esa juventud una fuga bastante solitaria y casi secreta, te diría”.
En él, la necesidad de escribir se fue formando de esa manera: “Era una pulsión que siempre estuvo vigente. Lo que pasaba era que, durante muchos años para mí fue algo muy reservado, muy íntimo. Primero por los entornos en los que crecí, donde no existía la idea de pensar que eso podía ser una carrera, una forma de vida. Y después, porque a uno ya le queda el dolor de lo que eso generó. Yo siempre quise escribir no solo sobre mi sexualidad, sino sobre la sexualidad y eso como forma de vida, como forma de ver las cosas. La sexualidad desde lo social, desde lo político”.
Pero ese camino no fue fácil, más allá de poder de a poco desanudar ese sentir, para Fauno, fue también la necesidad de que eso que estaba escribiendo lo representara: “La verdad que incluso en el momento en el que le pude escribir a ese que me gustaba, lo seguía enunciando desde una escritura muy mimética, muy de lo que yo ya venía escuchando, o de los estilos, o incluso a través de los personajes que uno se monta y se genera. Pasó mucho tiempo hasta que yo pueda empezar a escribir más parecido a mí mismo. Recién ahora, creo que estoy trazando esos caminos en los que se encuentra escritura, cuerpo, sensación, sentimiento. Y creo que son hallazgos para siempre ampliar el horizonte”.
En el presente el escritor está volviendo a esos hábitos con los que creció: pausar un poco las redes sociales e irse a dormir leyendo. “El otro día me encontré en la biblioteca con un par de tomos de Elige tu propia aventura y con El beso de la mujer araña de Manuel Puig. Y me dije que son libros que me gusta volver a leerlos. Porque por más que ya lo hayas leído, cuando los volvés a agarrar es como empezar de cero. No importa si te metés a la mitad del libro, siempre hay algo que se renueva, siempre encuentro un nuevo matiz. Uno siempre se redescubre en esas lecturas”.
T | ALANA S. PORTERO
“Escribo en parte por agradecimiento a mis largas horas leyendo, para devolver parte de ese placer. Lo que yo puedo aportar a lo humano es mi capacidad para narrar, para contar historias. Eso le da sentido a mi vida”.
Alana S. Portero nació en Madrid en 1978 y se crió en el barrio de San Blas. Parte de una familia de clase trabajadora, estudió Historia Medieval en la UAM, es escritora y dramaturga. Escribe sobre cultura, feminismo y activismo LGTB con un enfoque concreto en la realidad de las mujeres trans para varios medios del mundo. Con La mala costumbre, su primera novela publicada por Seix Barral en el 2023, cosechó un éxito arrollador que ya lleva 20 ediciones además de traducciones al francés, el inglés, el alemán o el portugués. Esta historia de iniciación y crecimiento, de una infancia y una adolescencia trans en los barrios obreros de España, logra conmover y reflexionar a la vez que dibuja un retrato honesto y necesario de una realidad que sigue siendo invisibilizada”.
Portero comenta cómo su escritura se construye a partir de lo cotidiano: “Yo uso las herramientas que tengo a mano, lo que he leído, lo que he escuchado, lo que veo, toco, huelo y experimento. Todo lo que me sucede en la vida, o lo que observo, es material de escritura. El sentir es una de esas materias primas. Antes que escritora soy y seré siempre lectora, escribir es una forma de atesorar lo que he leído y transformarlo”.
Su obra, que empapa de sentimiento y retrata a esa generación donde lo queer se constituían de manera incómoda y difícil de abordar, construye situaciones que excedían el plano del pensamiento, tiñendolo todo: “Soy profundamente stanislavskiana, creo que todo nos sucede en el cuerpo y que el gesto precede a la emoción. Mi sexualidad ha sido fundamental para delimitar los contornos de mi carne, por tanto de mis límites, la sexualidad es puro conocimiento, propio y ajeno, ha estado en todo lo que he escrito y seguirá estando”.
Es por esto, que la artista encuentra en la escritura el medio para entender qué le estaba pasando: “Del mismo modo que otras experiencias personales y vitales, mi identidad de género es tan material literario como cualquier otra cosa. Es una experiencia muy rica y llena de aristas, matices y complejidades que la hacen ideal para usarla en la escritura. Creo que por eso escribir sobre mi sexualidad ha sido más un modo de asimilar la vida que de proyectar en el texto una extensión de la misma. Nunca he usado mi escritura para acercarme a otros cuerpos, más bien como celebración de encuentros previos. Para mí, la vida está fuera del texto”.

B | GABRIELA WIENER
“Descubrí que escribir sobre sexualidad no era hacer parrafadas en las que poetizar sobre un culo que se parece a un melocotón en almíbar, que se podían escribir textos profundos, políticos, pospornográficos”.
Gabriela Wiener es escritora y periodista. Nació en Perú, pero desde hace más de veinte años vive en Madrid. Una de las cronistas de referencia de su generación, es heredera del llamado "periodismo gonzo" donde ejerce un periodismo narrativo en primera persona donde ella es un personaje más de sus crónicas. En su libro Sexografías (Planeta) retrató, desde su propia experiencia, las prácticas y costumbres sexuales de la sociedad. Y en Nueve Lunas (Mondadori y Marea) llevó el deseo donde nadie lo había llevado: experimentó con su cuerpo de embarazada.
Wiener, que estudió Lingüística y Literatura en la Pontificia Universidad Católica de Perú, recuerda que el acercamiento a quienes narraban el cuerpo fue parte de un impulso propio: “Cuando estaba estudiando mis profesores solo me mandaban leer a hombres pero yo me metía a la biblioteca y leía a las poetas del cuerpo, a las mujeres escritoras de mi país. Me acuerdo que en esos tiempos le di a leer mis poemas a un novio que tenía y me dijo que no me convirtiera en otra de esas escritoras que escriben sobre su menstruación. Uno de mis amantes, para halagarme, me dijo que yo escribía como un hombre. Fue la época en la que leía a las poetas suicidas gringas o argentinas, con todas ellas aprendí que la experiencia del cuerpo no era solo una experiencia hedonista o erótica sino que podía ser dolorosa, existencial, honda, a veces amarga”.
Para la escritora, que luego de la facultad se dedicó a escribir crónicas del mundo, fue difícil encajar en un modelo de narrativa donde ella aparecía sólo en la firma: “Cuando empecé a hacer periodismo, mi obsesión era poder escribir en primera persona porque no me dejaban hacerlo, porque yo ‘no era nadie’, eso me decían. Que para escribir en primera personas primero tienes que ser alguien. Y cuando me dieron una columna en un periódico lo primero que hice fue ‘salir del armario’ como bisexual: hablé de las mujeres y hombres que había deseado y amado, de mis amores, luego de mi familia, de mis hijes criados y alimentados de ese amor”.
Ese fue el puntapié para empezar a construir Sexopedia, su primer libro: “Creo que para poder comenzar a idearlo me inventé un método -o más bien una poética o una justificación-: si iba desnudar al mundo tenía que desnudarme yo primero. Empecé a contar mis experiencias como un acto de justicia, de devolución, se lo debía a quienes me habían entregado sus cuerpos. Así que para mí fue algo muy orgánico escribir desde mi deseo, que ha sido siempre un deseo del lado B. Y múltiple”.
Así, la narrativa de Wiener fue tomando el cuerpo que ella quería, en un camino en el que fue pudiendo aprender qué significaba también salirse de lo ‘esperado’: “La literatura sobre una misma, la escritura del cuerpo, las historias y políticas del deseo no son narcisistas, solipsistas, irrelevantes. Todo lo contrario, convocan, abrazan, motivan el encuentro y el mejor sexo colectivo. Y creo que por estar escribiendo como lo hacía fue que de pronto empezaron a escribirme chicas que me compartían lo mucho que leerme les había animado también a contarse a sí mismas, aunque ‘no fueran nadie’”.

I | CANDELARIA SHANUM
“Yo cuando escribo siento que soy totalmente libre. Cuando agarro velocidad me siento como una pianista ejecutando una pieza”.
Candelaria Shanum nació en La Plata, en 1981. A los 17 encontró su partida de nacimiento, la cual la nombraba como Esteban. Más de veinte años después supo que existía el término
intersex. Esta escritora y periodista fue sometida a cuatro intervenciones para “normalizar” su cuerpo. Una de ellas fue la mutilación de su clítoris. Autora del libro Ese que fui, expediente de una rebelión corporal donde registra en un testimonio íntimo y mordaz, la fractura de una época que discriminó, torturó y mutiló a las personas nacidas con alguna ambigüedad genital o con características intersex, que no encajaban en el binomio Mujer/Varón.
Pero Shanum recién le pudo poner nombre a sus 38 años: “Al principio yo no narraba sobre mi intersexualidad porque no sabía que existía. Yo escribía sobre lo que me había pasado sin saber cómo nombrar esa parte que me constituía. Yo supe que era intersex a través de una amiga que estaba estudiando una materia donde veían material de la ESI y me dijo que leyera a un autor intersex que se llama Mauro Cabral, que nos abrió la vida y el camino a un montón de personas. Y ahí supe, hará seis, siete años atrás que era intersex. Y para mí fue un descubrir, fue un despertar, fue entender un montón de cosas, fue constituir y reconstituir mi identidad a partir de eso”.

Y no fue sólo la ESI la que la ayudó a reconstruir su pasado, fue el feminismo el entorno donde pudo construir su presente: “A mí, el transfeminismo me salvó la vida porque a partir de que había un momento propicio para las narrativas de género pude escribir este libro. Ahora que eso está siendo perseguido es super importante seguir construyendo colectivamente nuevas voces para poder darle pelea y poder vencer a estar derechas que nos quieren oprimir”.
En el camino entendió que la construcción colectiva también hace todo más fácil: “Creo que hablar de intersexualidad ayuda muchísimo a un montón de personas que todavía tienen dudas, que no saben, para que puedan a empezar a reconstruir su identidad. Porque estar escondido, estar en el placard, estar creyendo que somos personas monstruosas es espantoso. Y encontrarse con pares reconstituye y te da fuerzas para poder encarar la vida de otra forma. Creo que es necesario hablar, para poder aliviar el dolor o que esa persona que todavía no sabía que había alguien similar a ella pueda encontrar un camino. Hablar alivia un montón”.
